CRÓNICAS: FRANZ FERDINAND. Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza, 04/12/09. Por Alejandro Elías y Ángel Burbano

Comenzaré esta crónica con uno de esos axiomas que tanta controversia generan y consciente, una vez más, del riesgo que conlleva. El concierto de Franz Ferdinand del viernes pasado en el Pabellón Príncipe Felipe fue el mejor concierto de la década en Zaragoza. De hecho, más que un concierto, fue un acontecimiento social que duró al menos 24 horas y que se extendió mucho más allá del recinto donde se celebraba. Nunca –al menos en esta década- un acto musical había reunido a un rango de público tan amplio y había provocado en él la sensación que éste provocó. Desde la noche anterior -en la que varios miembros de la banda se dejaron ver paseando por las calles de la ciudad- hasta bien entrada la madrugada del día del concierto, se podría decir que estuvieron Franz Ferdinand encima del escenario. Instantáneamente vienen a la cabeza nombres como The Rolling Stones, Madonna, Lenny Kravitz, Wilco, etc., pero sumando todos y cada uno de los pormenores de los que debe gozar un buen espectáculo, el concierto de los escoceses se lleva la palma.

La primera sorpresa de la noche fue presenciar el aforo del Pabellón Príncipe Felipe. Aproximadamente 5.000 personas acudieron a ver al cuarteto, hecho sorprendente sabiendo que se trata de un grupo indie y que nos encontramos en una de las ciudades más difíciles ante este tipo de eventos. La segunda sorpresa fue sin duda la predisposición de la gente ante el espectáculo que comenzaba. Desde la primera canción “No you girls”, el público no dejó de saltar y bailar ni tan sólo un segundo. Y es que el sonido rozó durante todo el concierto la más absoluta perfección, salvo en 2 o 3 ocasiones. La energía de los cuatro músicos se contagió desde el principio y el respetable la devolvía al escenario en forma de gritos, sonrisas y más brincos. Álex Kapranos balbuceaba frases en castellano ante el delirio colectivo y se sucedían uno tras otro los hits de la banda. Al principio más rockeros –“Do you want to” o “Take me out”- y al final más electrónicos -“Ulysses” o “What she came for”-, los temas de Franz Ferdinand son de todo menos aburridos. Quizá se echen en falta dos o tres canciones que bajen el ritmo del show durante unos minutos, pero suplen esa carencia con el medio tiempo “Walk away”, una de sus canciones más celebradas.

A todo el potencial sonoro del concierto hay que sumarle el arte visual. Desde la propia imagen de los cuatro músicos –vestidos de etiqueta- hasta las proyecciones en la pantalla gigante situada detrás del escenario, todo está medido a conciencia. Una cámara grababa desde el techo todos y cada uno de los movimientos de Álex Kapranos y Nick McCarthy con los sintetizadores y los proyectaba a tiempo real. También se mostraron varios videoclips del grupo mientras sonaba la canción correspondiente y otras muchas imágenes que ilustraron a la perfección todo lo que este grupo lleva tras de sí. Y antes de terminar el primer tramo del concierto, la última gran sorpresa de la noche. Los cuatro componentes de la banda tocando a la vez un set de percusión habilitado durante los compases finales del tema “Outsiders”, con todo el recinto bailando al son de cuatro tambores. Y para terminar varios bises, entre los que destacaron la incendiaria “This fire” y la electrónica “Lucid dreams”.

Franz Ferdinand
son el presente absoluto del rock and roll. La energía que desprendieron en el escenario tan sólo se apagó cuando el último de los 5.000 espectadores se marchó a su casa a dormir. Durante toda la noche, esa energía se manifestó en la calle y en los bares de esta ciudad, haciendo palpable la sensación de triunfo de un grupo que ha conseguido ya formar parte de la memoria colectiva de toda una generación.

Texto: Alejandro Elías
Imágenes: Ángel Burbano
Franz Ferdinand
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