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Uno se despierta enmohecido, con espíritu alevoso y, para qué engañarnos, con ganas de joder la marrana. Es uno de esos días en los que el color sepia te invade y las hojas secas se arrastran sin vida por el asfalto. Y justo cuando piensas que el día no puede ser más gris aparece algo que te calma el ansia, un rayo de luz, una nueva esperanza. Nureyev tienen ese don, un grupo surgido de las cenizas de la rabia (Silent) que adopta la posición de calma tensa para recordarnos que la música son canciones. Fuera de géneros, de estilos y de modas, los zaragozanos se mueven a la perfección en el océano de las melodías y los estribillos. Y era difícil retomar el rumbo después del sobresaliente La leyenda del esquimal. Pero ya con Cielo Vespertino, primer corte del EP, demuestran que están por la labor. El mantra de la tribu acelera una canción que se convierte en himno inmediato y que finaliza por todo lo alto.
Brillando en silencio susurra en el espacio acústico del mejor pop en castellano, se desliza sigilosa y ataca por la espalda del oyente melancólico. Y como no hay dos sin tres aparece de repente Noviembre para recordar a los humanos que la vida necesita una banda sonora para los recuerdos, para andar millas colgado de los cascos y para dar rienda suelta al masoquismo de nuestras retinas. Y sí, acertamos en acercarnos un poco a Los Planetas para finalizar el camino, para soltar el anillo al lago de lava o para conseguir la dichosa bellota. Necesitamos a Nureyev para recordarnos que una canción puede salvarte la vida en cualquier momento y que el pop no está reñido con las almas rotas.
Stabilito, D.
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Escuchar el EP ‘La ardilla que destruyó el universo’ de Nureyev:
