Volador. Sala Chesterfield de Madrid 29 de marzo de 2005
Ya se sabe si no tocas en Madrid no existes. Atrás quedaron otros tiempos en los que las discográficas acudían a ciudades como Zaragoza en busca de talentos.
Hoy un grupo se ve obligado a coger la furgoneta, enfundarse la mochila y tocar en la capital del reino. A casi 3000€ puede ascender una factura de alquiler de una furgoneta, dietas, alojamientos, gastos de sala de conciertos, llamadas telefónicas y si encima contratas un autobús por aquello del arropamiento mejor no calcular.
Los miembros de la formación Volador no son millonarios precisamente pero siempre han sabido lidiárselas bien con la gente oportuna. Además han contado con el apoyo de Quique Gallego, un verdadero lujo, lo cual ha facilitado mucho las cosas. Así, gracias a buenas dosis de poder de convencimiento, parte de los gastos de su viaje a Madrid los cubrió su editorial Warner Chappel. El resto: el entusiasmo de un grupo que ensaya y graba prácticamente a diario como el que va a trabajar A trabajar, sí pero en algo que le apasiona Quizás Volador consiga algún día saber qué se siente viviendo del cuento de su cuento particular: la música.
El concierto que dieron el pasado martes en la Chesterfield de Madrid es la mejor actuación de su todavía corta carrera. Una tarjeta de presentación de las de diseño con colorcitos. Su propuesta es diferente, inquieta, personal esas características en principio no son muy comerciales pero hay que reconocer que aún así su música entra bien a la primera podrían llegar a vender discos. ¿No lo han conseguido Amaral con una propuesta bastante más sosa?…
Más de una treintena de seguidores de Volador subimos al bautizado por la banda como Autobús de los Sueños capitaneado por nuestro cómplice conductor Julio (buen tipo, de verdad). El número de personas no fue bajo teniendo en cuenta que un martes no es el día más adecuado para ver un concierto en Madrid. Y allí estábamos con vídeos de Marilyn Manson, versos del poeta Puritani, gente de todo tipo apasionada de verdad, la buena compañía de Javier Ball de la asociación de Benasque Comprometidos por la Música, la presencia de nuestro admirado Santi Rex, las risas y fotos de Mercedes Valero de Mondosonoro, los ojos de quien no nombraré⦠y una cervecita en la mano y luego otra y otra y otra más ¿Cerveza en un autobús?… claro, ¿acaso no es ese el autobús de los sueños donde todo es posible?. Incluso también lo fue a mitad de camino el saludo de Antílope, vocalista de Volador, desde su móvil y a través de la megafonía seguido de un acalorado aplauso.
El concierto comenzó algo más tarde del horario previsto lo cual nos vino bien a todos para descansar un rato en los sillones de la Cherterfield y comentar algo que se escuchó no pocas veces: La Casa del Loco no es tan buena sala como pensaba.
Aunque lo mejor, su sonido, llegaría minutos después. Nunca hemos escuchado al grupo tan bien. Con la tranquilidad que da la seguridad en lo que uno cree, la banda zaragozana bordó los temas uno a uno, pertenecientes la gran mayoría a su disco Trozos de Amor y otras Miserias. El concierto se hizo corto, y además lo fue, es lo normal en estos casos, aunque la traca final mereció la pena vivirla: versión de La Estatua del Jardín Botánico junto a Santi Rex. Emoción y magia, sobre todo emoción y magia. Ese fue el fenomenal sabor de boca que nos dejó el vuelo entre las paredes de aquella sala madrileña.
Después todo había pasado ya. Bueno, todavía quedaba la celebración y no iba a durar poco. El Autobús de los Sueños regresaba no sin antes recibir la visita del grupo que quiso agradecer a todos su apoyo incondicional.
Muchos preferimos quedarnos a la celebración. Primera escala: un bar de osos del barrio de Chueca llamado Hot. -Por mí como si es de jirafas- dijo alguien sin prejuicios. Alberto Riazuelo, cantante de Sullivans, vive en Madrid desde hace algo más de un año e insistió mucho en llevarnos para allá. El sitio estaba bien, la música quizás no acompañó demasiado.
No era muy tarde pero la cerveza del autobús añadida a la de la sala y a la de aquel lugar apunto estuvo de provocarle una lesión dentro muy dentro a nuestro entrañable poeta Puritani. ¿A quién se le ocurre echarse a dormir la mona en el banco de madera del cuarto oscuro del local en cuestión? Quien firma este texto fue uno de los que acudieron en su rescate eso es amistad.
Siguiente visita: La Vía Láctea. Clásicos del Rock´n´Roll y mucha gente de todo tipo disfrutándolos con la mente bien abierta. Carteles de conciertos importantes en sus paredes. Bonitas camareras y bonitos camareros (qué originales). Y a las 3 en punto apertura de luces y apagado de equipo de sonid por un momento llegué a pensar que estábamos en Zaragoza.
El fin de celebración fue en el llamado Bar&Co, seguro que a muchos el nombrecito les resulta ocurrente y todo. Aquel Bar&Co no nos albergó durante demasiado tiempo. El cansancio unido al madrugón que le esperaba al grupo al día siguiente nos llevó hacia la confortable cama de una bastante rara pensión donde aún quedaron momentos para la reflexión desde la confianza que da la falta de luz. Hay quien comenta que por los pasillos de las habitaciones de los miembros de Volador se oyeron gritos quizás a modo de ecos de un concierto donde la gente no se mantuvo callada precisamente. El sonido de la emoción traducido en gritos es sin duda difícil de borrar de la cabeza en una noche y en una vida.
El día siguiente y sucesivos conllevan la incertidumbre de no saber qué pasará con el futuro próximo de Volador pero desde la certeza de haber realizado un más que excelente trabajo. La suerte está echada.
Ya pase lo que pase ¡¡qué carajo!!… Qué nos quiten lo volao!!…
Fotos: Mertxe V. Valero
Textos: Sergio Falces ([email protected])