Ahora que Eduardo Benavente ha dejado de llorar: La Costa Brava y no es cuestión de desesperarse.

   Ahora mismo estoy escuchando a Nacho Vegas, El hombre que casi conoció a Michi Panero es curioso que el profeta del sufrimiento como hecho se esté  encumbrando en una alegre melodía que incluye un  sa lalala… delicioso. Pero yo trato de seguir a pies juntillas  la cita que aparece en el EP (éste me lo he comprado, el disco entero me lo he bajado de internet), obra del pequeño de los Panero: Se puede ser cualquier cosa en la vida, excepto un coñazo. Reitero lo de la desesperación y disculpen la tristeza. No son los mejores días, como si esperases una tormenta de confetti y no cayeran mas que chuzos de estío del cielo. No miréis el cielo: si existen los milagros habrá pocos y si no hay muchos seguro que no nos toca ninguno, no nos los merecemos. .


   El otro día me llegaron las pruebas de imprenta de mi segundo libro. Un puñado de poesías que recibe el nombre de Por qué no nos hicimos todo el daño de una sola vez. Estaba todo mal; desde mi segundo apellido, que es Milián, no Millán, hasta los versos: el editor mandó a imprenta el primer borrador, sin correcciones ni ostias, en fin, démosle tiempo.


   La gracia del asunto -en caso de que la tuviera- se localizaría en la cuestión clave de  que esos textos están escritos en un tiempo muy concreto: hace más o menos un año.  Lo recuerdo porque las cosas me iban bien: tenía un nuevo trabajo, había conocido a alguien especial  y lo que era absolutamente la guinda, le había llevado a un concierto de La Costa Brava en el FNAC. No fue un concierto, fue El concierto, cuando tocaron unas deliciosas versiones de los Smiths que luego incluyeron en el recopilatorio de bandas aragonesas que coordinamos para un número de Confesiones de Margot (Mauricio levántate y zamba te debo una copia, Jaime Stereant) y  además las canciones nuevas que tocaron sonaban como suena las canciones que se quieren convertir en eternas.


Foto LA COSTA BRAVA 


   Recuerdo a Fran con la guitarra acústica interpretando una canción que entonces me pareció perfecta: Falsos mitos sobre la piel y los cabellos. Y Sergio Algora y Dani Garuz hicieron un tema nuevo, Mi última mujer, que entonces no se llamaba así y  además, la letra  supuestamente sin terminar, contenía un demoledor verso: Te imagino en traje de baño/sentada sobre una toalla, el cual Algora prometió cambiar tras las risas y regocijo del puñado de freaks que nos habíamos congregado allí una tarde de viernes (si no recuerdo mal: Javi Bronski, Rafa Angulo, Javi Meeting Pop y Eduardo Sullivan…bueno ella y yo). El origen de esta canción se ha convertido en leyenda urbana, con múltiples propuestas, pero yo me quedo con la única y verdadera: Fernando Frisa se la contó a Sergio Algora delante del menda y Sergio levantó las manicas y empezó a canturrear la melodía, en un Candy Warhol vacío una tarde de Mayo. Yo entonces escribía versos tratando de ser la mitad de bueno de lo que eran esas canciones que escribían Fran, Sergio y Dani …  eran canciones con pedazos de vida, trozos de un tiempo delicioso que se escapó de entre mis dedos como cada mañana se escapa un buen polvo al dejar la cama vacía. Y luego la de las Pijas de mi ciudad y Dos Ostras y…y… y nos fuimos después a un bar nuevo que habían inaugurado, el Bacharach, y cenamos ella y yo rodeados de amigos que desbordaban creatividad y humo de tabaco.


   Esas canciones desnudas, los cartones donde escribía las palabras, las horas perdidas en los transportes públicos fueron de esos momentos que guardas en cajas. Cajas que olvidas cerrar o llenas de agujeros que no has visto y que cuando vuelves a por ellos se han escapado y  ves que no queda nada, nada en absoluto. Ahora tengo una mala prueba de imprenta, hay rumores de separación de La Costa Brava y es una pena porque ahora La Costa Brava tienen una buena pléyade de fans poppys, un público entusiasta que entiende un cinco por ciento del mensaje (el flequillo provoca problemas cognitivos), un público que me ha relegado a la antepenúltima fila de los conciertos, tengo una mala prueba de imprenta y un terrible sentimiento haber puesto a grabar sobre la cinta donde guardé la mejor parte de mi vida. 


Octavio Gómez Milián
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