Cada vez es más complicado encontrar un buen plan en la noche zaragozana: el calor terrible y los cubatas rápidamente aguados que acaban siendo como un gazpacho de ginebra; alivio momentáneo que no quita el apetito. Y hambre es lo que te provoca la escasez de ropa entre las mujeres, especialmente si son de esas inalcanzables que se afanan en recordártelo con sus movimientos al caminar. En fin, que o te lo montas tú por tu cuenta (que no se me entienda mal, que el onanismo lo sigo practicando, pero no es a eso a lo que me refiero) o te vas de festival veraniego, baratito y divertido, que no está la vida para muchos desmadres, recomiendo el Meeting Pop en Graus y el Luna Lunera en Sos del Rey Católico. Así que el sábado tuve que realizar un amago de reunión en la cumbre… pero os lo cuento luego.
El viernes pasado, el 12 creo, estuve pinchando en el Candy Warhol. Un día demasiado tranquilo. El concierto de Amaral dejó a la gente con ganas de propuestas más y menos arriesgadas que la que yo estaba ofreciendo tras los platos. De todos modos lo único bueno es que los cabrones de ETA no pudieron machacar el concierto como pretendían. No hay que fiarse de los perros rabiosos, y menos cuando empiezan a sonreir, todavía se les cae la espuma por la comisura de los labios. La noche del jueves mi hermana Salu me había pasado el Freak Show del Bunbury, el disco tiene de decepcionante que no salgan las actuaciones en vivo de los invitados en el vídeo pero por lo menos da gusto ver a un puñado de artistas de todos los lados de España tocando juntos, sin preocuparse de los idiomas o la política de disgregación y malencaramiento. Uno puede estar más o menos a favor de cuestiones como la unidad, las independencias y los nacionalismos, pero la violencia es algo nauseabundo. Y aún siendo la anterior una sentencia claramente evidente y previsible, no por ello pierde fuerza el recordarlo de vez en cuando. A cambio del Freak Show le tengo que pasar a mi hermana un par de discos que me he pillado de segunda mano: La vida por delante de Loquillo y Gabriel Sopeña y Triquiñuelas al óleo, uno de los discos que los Umpah Pah grabaron en castellano. Se pasó el escritor Juan Carlos Espadas-Aragón a proponerme una colaboración en una publicación cibernética asociada al Chorrito de Plata. La verdad es que tiene muy buena pinta, en cuanto acabe de escribir esta columna me pongo a ello. También hicieron acto de presencia los Bronski, Jordi, recién llegado de Barcelona, improvisó con su armónica sobre un buen puñado de las canciones que pinché. Con Cocaine de JJ Cale aún era fácil, pero hacerlo sobre un tema de Beloved se antojaba más difícil… de todas maneras donde esté una buena canción de Los Enemigos que se quite todo. Desde el jergón especialmente dedicada.
También se pasó mi amiga María, con una buena pléyade de acompañantes. No se les ve más jóvenes que yo, pero sí con más ganas de juerga…dios. De todos modos aproveché para invitarla a la fiesta del día siguiente en mi salón. Eso ya nos coloca en el sábado y en la necesidad de montárselo en casa, los invitados, como en la canción de Leonard Cohen, fueron llegando poco a poco: Pablo Sullivan y una preciosa amiga porteña que no sé de dónde había salido, Antílope Volador con ganas de hacer cambios estructurales en mi morada (le propuse que usásemos algo pesado, no sé, quizá el Trozos de amor y otras miserias para derrumbar la pared), el escritor y amigo de medio millón de batallas, JV, con su chica, Teresa (sí, la de Días grandes de Teresa, la canción de Rosenvinge y la de últimas tardes, la novela de Juan Marsé…disculpad un segundo, que lo voy a apuntar, estoy escribiendo unas letras para Sullivans, una melodía rollo Interpol en la que va cantar Santi Rex). También se pasaron Javi Bronski y Alberto Sullivan, recién llegado de Madrid, incauto él, con una americana en el bolso. Uno se va de Zaragoza y se le olvida la chicharra que nos invade. Estábamos apretados pero aún había sitio para mis amigas, que llegaron para compensar el mal olor que el puñado de rockeros destilaba (un besico para María y Cuca). Se bebieron mi ginebra, mi whisky, mi ron y si hubiera habido salfumán lo hubieran apurado sin dudarlo. Puedo jurar que no se consumió ni un solo tipo de droga ilegal. Manda narices que con semejante agrupación de impresentables nadie llevara nada. Para que luego se diga que el rockandroll y la contracultura siempre están manchadas de sustancias tóxicas. De cualquier modo las anécdotas sobre la formación y deformación de los mitos se fueron sucediendo (protagonistas: Rocío Durcal, Rosa de España, Manu Tenorio y Rocío Jurado, la autenticidad real se mide por parámetros diferentes a los habituales), descubrimos la afición de los miembros de los Sullivans a practicar el sexo con felinos (sólo primera y segunda base) y preparamos proyectos de esos que uno sabe que nunca se van a realizar pero están hechos de la materia con la que se fabrican los discos piratas. A partir de las tres la desbandada… chicos no hay sitio para todos en el autobús de la fama.
Tres paradas en el susodicho autobús, El Zorro en efervescencia niggest, con el descubrimiento de la existencia de auténticos maestros jedis (léase yedais) en la nocturnidad zaragozana. Allí Alberto, que está haciendo cosas muy chulas en Madrid, con gente de Luxury 54 y con Julio De la Rosa, eligió un camino distinto en la encrucijada, habrá que verse pronto. Siguiente lugar, y no vale reírse, el Hanna Fritz, que pierde mucho si no está pinchando Santi Rex, aunque el hecho de que estuviera proyectándose TopGun y además sonara una remezcla del Amante Bandido del Bosé le daba un toque deliciosamente kitchs. Y lo digo además recordando a las chicas guapas con kilos de maquillaje en su rostro, los churretones que les caían por la mejilla dejando una enorme zanja a su paso. Pensé en pasar la lengua pero no encontré el valor suficiente y ni siquiera tenía el fondo de un vaso donde ir a buscarlo. Cuando todo parecía deshacerse entre los dedos, cual Kinder Sorpresa fuera de la promoción de verano, aún tuve tiempo de buscar la sorpresa en mi interior: el Hoboken, Hoboken se escribe con H, ya sé que es difícil de creerlo, pero alguien os lo tiene que decir. Comprobar eso y además notar cómo las canciones de Pereza son capaces de estimular las glándulas sudoríparas de extrañas partes de mi cuerpo fue demasiado… mientras volvía a casa maldiciendo la suerte que tenía la gata de Alberto Sullivan por tener un amo tan cariñoso pensé que una cosa es que no sepa muy bien el nombre de los boliches y otra que suene Entre Dos Tierras y ya no me ponga a bailar imitando los movimentos del Bunbury más retro… sí, ése del pañuelico a lo Axl Rose… qué se me está perdiendo, qué se ha terminado antes de empezar. Quizá otro fin de semana más.
Octavio Gómez Milián
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