R.E.M. (Por Santiago Ripollés).

 Imagen de R.E.M.


  Hacía más de diez años que R.E.M. tenía una cita con el público zaragozano cuando, por culpa de un edema cerebral que sufrió Bill Berry – entonces batería del grupo y que le obligo a dejar la formación – nos privó de su presencia y a la vez de la de Faith No More y Belly, compañeros de cartel para aquel día.


   Me acerqué al recinto de la Feria de Muestras con la intención de ver a uno de los grupos más importantes de finales de los 80 y principio de los 90 y, por qué no decirlo, un grupo de esos que puso parte de la banda sonora a mi adolescencia. Tenía ganas de verlos, ya que pocas veces se acercan por Zaragoza figuras de este nivel.


   Con cinco minutos sobre el horario señalado aparecieron sobre el escenario Mike Mills, Peter Buck y Michael Stipe, parte de la historia reciente del pop actual. Además, entre los músicos que les acompañaban destacaba Ken Stringfellow, miembro de los Posies, otra mítica banda de los 90. La cosa pintaba muy bien, pero pronto me di cuenta de que lo que iba a ver y a escuchar no era lo que esperaba. No quiero ser malo y achacaré a problemas técnicos el penoso principio de concierto. Juraría que no estaban muy conjuntados e, incluso, me pareció oír algún que otro desafine. Tras dos canciones de su disco Monster para empezar el concierto, entre las que se incluyó What‘s the frequency, Kenneth?, pasaron a aburrirnos con un par de temas de su último disco para luego destrozar Leave, para mi gusto el momento más lúcido de su disco New adventures in Hi-FI.


   Tras esto, llegó el primer momento de mecheros y karaoke con Everybody hurts. Interpretación sublime del tema y de los momentos más brillantes de la noche. Parecía que la banda empezaba a funcionar y que a partir de ahora la cosa se iba a poner bien, pero nada, otros dos temitas de Around the sound para volver a apagar al publico. Y es que por mucho movimiento corporal que haga el bueno de Michael, las canciones de este disco no hay por donde cogerlas y es más, diría que ni el mismo grupo se las cree y que las interpreta sin ninguna pasión. El tedio que me estaba produciendo la actuación sólo se salvaba cuando el grupo echaba mano de su viejo repertorio y temas como The one I love, Orange crush y la mítica Losing my religion mantenían el poco interés del concierto.


   Así que tras el intermedio, que muchos llaman bises y que ya está en el guión de este tipo de actuaciones, nos obsequiaron con Imitation of life (Reveal) y Get up (Green) y, a pesar de lo poco que nos habían ofrecido hasta el momento, el público increíblemente se volvió a entregar, pero R.E.M. siguió en sus trece y nos volvió a torturar con su nuevo repertorio. Menos mal que aún se dignaron en tocar Man on the Moon. Pocas veces he deseado tanto que termine un concierto como lo desee ayer.


   Es una pena ver a esta banda mítica arrastrarse por los escenarios tanto como lo hacen ellos, sólo por el simple hecho de no reconocer que su obra actual carece de la calidad y atractivo como para ser mostrada. Desde mi humilde opinión, recomendaría a Michael Stipe que se quitara ese maquillaje en forma de venda que se pone en los ojos y que no le deja ver que la gente lo que quiere es carnaza y que va a verlos para oír su viejo, brillante y abundante repertorio, con el cual podrían envejecer muy dignamente (vease el caso de los Rolling Stones).


   Resumiendo, decepción total.


Santiago Ripollés
[email protected]

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