Ahora que Eduardo Benavente ha dejado de llorar: Estaba lloviendo y me regalaron un nuevo ejemplo de estupidez humana. La vergüenza Volador.
Nota: escribo esta columna no sólo a título personal sino también como responsable del fanzine Confesiones de Margot.
Aún no he tenido la oportunidad de escribir un texto inspirado en la belleza de las canciones de Volador. Por falta de una mujer adecuada a quien dedicárselo o porque los muchachos escriben palabras ya lo suficientemente bellas. A Dani lo he visto una vez, a Draco, con su habitual silencio y pocas ganas de compartir el star-system rockero, hemos intercambiado algún mail y saludos elegantemente discretos, con Anazul, pues alguna noche de juerga ha caído y todo el mundo me dice que es un personaje imprescindible y siempre hay un momento para echarse una caña y planear proyectos en comandita. A Antílope lo veo con más frecuencia, ha estado en mi casa en algún encuentro histórico, como aquel en el que la gente de Sullivans se descubrieron como amantes de los felinos, es una persona a la que considero mi colega y espero que acabemos siendo amigos. La música de Volador es brillante en su forma y en su interpretación, mezcla en la manera adecuada la trascendencia y la autenticidad sin caer en el mesianismo ni evitar la frescura y la búsqueda de la comercialidad […]
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