COLUMNA: Ahora que Eduardo Benavente…

Ahora que Eduardo Benavente ha dejado de llorar: Estaba lloviendo y me regalaron un nuevo ejemplo de estupidez humana. La vergüenza Volador.


Nota: escribo esta columna no sólo a título personal sino también como responsable del fanzine Confesiones de Margot.


Imagen de VOLADOR


Aún no he tenido la oportunidad de escribir un texto inspirado en la belleza de las canciones de Volador. Por falta de una mujer adecuada a quien dedicárselo o porque los muchachos escriben palabras ya lo suficientemente bellas. A Dani lo he visto una vez, a Draco, con su habitual silencio y pocas ganas de compartir el star-system rockero, hemos intercambiado algún mail y saludos elegantemente discretos, con Anazul, pues alguna noche de juerga ha caído y todo el mundo me dice que es un personaje imprescindible y siempre hay un momento para echarse una caña y planear proyectos en comandita. A Antílope lo veo con más frecuencia, ha estado en mi casa en algún encuentro histórico, como aquel en el que la gente de Sullivans se descubrieron como amantes de los felinos, es una persona a la que considero mi colega y espero que acabemos siendo amigos. La música de Volador es brillante en su forma y en su interpretación, mezcla en la manera adecuada la trascendencia y la autenticidad sin caer en el mesianismo ni evitar la frescura y la búsqueda de la comercialidad.


Tienen su estudio, ensayan y graban las canciones rápido, saben montar versiones y darles un toque Volador que es justo lo que se le pide a las bandas en las interpretaciones ajenas: sólo escuchar la versión de La Estatua del Jardín Botánico de los Radio Futura o haberles visto en el Bunburazo, cuando hicieron retumbar a la Sala Oásis a base de unos arreglos para las canciones de Bunbury que impresionaron a algunos de los mejores músicos españoles.


También, y por eso creo que estas palabras pueden ganar en validez, veo que les falta un poco de punch en la composición, aún no han conseguido la canción perfecta, pero eso es cuestión de prueba y error… y con Amores Salvajes se acercan bastante. El mediocampo se supera en un par de zancadas y siempre, como ellos saben, toque a toque, pared a pared, retroalimentación entre ellos, nada de patadón y para arriba. Y un bajo real en directo… pero los Doors lo hacían y aquí nadie se quejaba…


Guardo como oro en paño una ejemplar firmado del premio que ganaron en la cadena 40 Principales Castellón. Y reafirmo y subrayo las palabras EJEMPLAR DEL PREMIO.  Aquí nadie tiene un disco editado por ninguna compañía discográfica. Sería un laberinto estúpido ponerme a repetir las palabras que Anazul escribió en el foro de www.aragonmusical.com explicando qué es exactamente el contrato que tienen con Warner, así que os remito a ellas. Guardo el ejemplar firmado porque cuando publiquen su disco con alguna grande o con alguna pequeña o indie o lo que sea… pues valdrá como las maquetas reeditadas de Niños del Brasil, Arcade FIRE o Pegamoides. Y tú, seguramente, no la tendrás. 
 
Cuando Picore ganaron el MVT yo había apostado 50 euros por Cristian y cía con un conocido personaje de la intelligensia zaragozana. Aún recuerdo la noche en el Mar de Dios, viendo a Liborio y Antílope, a Dani Picore y Anazul, a todos mezclados tranquilamente bebiendo y hablando. Eso es saber perder. Y también digo que ahora mismo Volador es el grupo más en forma de Zaragoza, con mejor actitud y más completo repertorio. Y que es normal que ganaran el concurso. Si uno estudia la teoría, hace los problemas y pregunta las dudas es normal que saque la mejor nota en el examen.


Todo lo anterior, todo lo que está escrito, todo lo que pudo haber pasado en el concurso de Interpeñas (sobre todo el hecho evidente de que hay gente a las que les falla el la capacidad cognitivo o simplemente no saben leer), las broncas, las discusiones (subidas o no de tono, pero discusiones al fin y al cabo), NUNCA JUSTIFICAN el insulto, la destrucción, la agresión en cualquiera de sus formas. Un poco más de sentido común, de civismo e higiene mental, por favor. Que esto, como cuando cambia el viento en la ciudad, huele demasiado a envidia y sadismo infantil. Y me asquea.


Octavio Gómez Milián
[email protected]

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