«Otra víctima de la industria audiovisual, peor tratada seguro que aquellos músicos que no han olfateado nunca el aroma de las masas… víctimas también; víctima de su propia ignorancia juvenil (y de la ignorancia de su familia); víctima de sus propios sueños; víctima de otras víctimas que encienden el televisor y se entretienen con los muñequitos que salen dentro».
No recuerdo su nombre⦠seguro que a mucha gente que lo coreara en sus conciertos tampoco le resuena en la cabeza a día de hoy. Cantaba muy bien⦠era muy guapa⦠se movía con cierta graciaâ¦
Para comer, aquel día me tocaba sonorizar a la no nombrada cantante. Lo de sonorizar en realidad se reducía a darle al botón del play y hacer que se escuchase un disco compacto con la música que ella completaría aportando la que resultó ser una preciosa voz. Efectivamente⦠tipo karaoke.
Uno tiene que pagar su hipoteca y resto de gastos mensuales a los que hace tiempo no llega (¿Queréis un piso en la Almozara por algo más de 130.000â¬? el maldito rockânâroll no me permite mantenerlo).
Una agencia de espectáculos contrató a la susodicha, como a mí, para alegrar el cumpleaños de un tipo que había invitado a una veintena de amigos a un restaurante de un pequeño pueblo cercano a Zaragoza. El sonido no iba a ser muy bueno pero me permito desentenderme de responsabilidad alguna a ese respecto.
Acudí a aquel suburbio junto a un técnico compañero, un equipo de sonido y una furgoneta. Acomodamos los aparatos a las posibilidades del local, como siempre en estos casos aguantando las malas caras de los encargados de sala que ven este tipo de montajes como innecesarios. Recuerdo una vez que dándole forma a uno de esos equipos de sonido para una boda, el dueño de la finca en la que se iba a celebrar tal emotivo acto de amor me ordenó que situara todo en un rincón aislado de la pista de baile. Cuando le indiqué que prefería un lugar donde pudiera controlar a la gente que estaba bailando para que todo saliese mejor, ese veterano inquilino del planeta tierra, encajando una irónica carcajada, aseguró que con un reproductor de casete y una cinta grabada podría bastar para que todos bailasen⦠echando así por tierra en algo menos de cinco segundos un trabajo que me haría desperdiciar otro sábado noche entero de mi vida⦠Por el que iba a perder alguna bonita conversación, sonrisas, canciones, emociones, afecto, litros de cerveza, frases que apuntar, abrazos, bailes, deshacer una cama con cariño⦠quizás⦠Un trozo de mi vida sin duda alguna⦠Material para confeccionar relatos más apasionantes que este en todo casoâ¦
Durante la noche del evento en que esa joven aprendiz de artista iba a amenizar el cumpleaños de aquel cuarentón, noche también perdida para mí y mi condenada alma, terminamos de encajar cables, piezas, miradas de perro⦠la realidad de nuestras vidas en definitiva⦠Terminamos también de cenar⦠de cagarnos en dios⦠y entonces se abrió la puerta del sórdido lugar asomando la muchacha su linda cara. Era muy tímida⦠yo calculo que no pasaría en mucho la veintena⦠Venía con su padre, un tipo cordial, afectuoso, optimista, enérgico⦠y fan total de su niña, a la que, no hacía falta tener especial vista para notarlo, adoraba con toda su alma.
La chica no hablaba demasiado pero daba igual, para suplir esa carencia, y seguro, otras muchas, ya tenía a su padre. Ãl fue quien nos indicó lo bien que cantaba su muchacha. Por lo que dijo, la chica ganó una de las ediciones de un importante concurso televisivo de Antena 3. En ese espacio sólo concursaban niños y siendo por lo tanto una niña, tras conseguir ese nada desdeñable premio, se hizo bastante popular. Firmó autógrafos, actuó en diferentes programas televisivos, cantó en populares galas⦠e incluso, según aseguró su encantador progenitor, llenó grandes pabellones (ella sola). Había que ver los ojos del padre mientras relataba las hazañas de la jovencísima vocalista⦠se leía claramente la frase estoy orgulloso de mi hija⦠Sentí gran simpatía por aquel héroe de la vida.
En su retoño, la mirada, sin embargo, era muy diferente. Allí intuí algo muy distinto: nostalgia, frustración, decepción consigo mismaâ¦
Ella sabía que su realidad actual era que en unos minutos le tocaría cantar en la celebración de un cumpleaños, bastante cutre, por cierto, en donde el gran pabellón se había reducido al comedor de un restaurante de poca monta con un público formado por veinte personas que no conocían ni su nombre. El mismo técnico que debía sonorizarla, o sea yo, también lo desconocía… lo cual no dejaba de ser una putada teniendo en cuenta que además era el encargado de presentarla. -¿Cómo carajo me habían dicho en la agencia que se llamaba esta chica?- me repetía sucesivamente.
El anfitrión y demás comensales devoraron el grasiento festín previo a la actuación. Tocaba tomar los cafés⦠tocaba, por tanto, salir a escena⦠Una escena sin escenario, sin muestras de admiración, sin gritos de ánimo, sin autógrafos⦠No debe ser nada agradable sentir la decadencia recién pasados los veinte años… Ella misma trajo el micrófono inalámbrico por el que tendría que comenzar su actuación cantando a capella el tópico y feo Cumpleaños Feliz (siempre he odiado esa insulsa melodía⦠prefiero el Feliz en tu Día de Los Payasos de la Tele⦠ya puestosâ¦)
La pequeña cantante estaba muy nerviosa. Tengo que reconocer que la creí incapaz de comenzar la actuación. Le costó mucho mentalizarse. Le temblaba la voz. A penas habló entre canción y canción⦠no sabía qué decir⦠supongo que se había quedado sin palabras. No le resultaba demasiado agradable cantar ante veintiún borrachos que en el caso de admirar algo de ella se fijarían únicamente en sus atributos físicos⦠En realidad su talento artístico quedaba enterrado bajo las gritonas voces de los comensales.
En el fondo era una prostituta del arte. Como yo, por supuesto. Pero algo me diferenciaba de esa dama en miniatura: yo hace tiempo que lo había asumido⦠hasta el punto de poner el culo y no dolerme; el estómago pide comer⦠y el alma beber… Mientras se escuchaba un desustanciado Cumpleaños Feliz la chica miraba fijamente al cumplidor de años sonriéndole sin ganas, como la mayoría de nosotros muchas veces⦠pero a ella se le notaba tanto⦠A las canciones, no obstante, les ponía el mayor sentimiento posible, desnudando el alma ante puercos del arte que hubieran disfrutado mucho más con la compañía de una charanga⦠Me hubiera parecido más creíble verles corear el Tírate de la Moto que escuchando el Woman in Love de Barbra Streisand⦠pero en finâ¦
En varios momentos de la noche pensé que la pobre se iba a echar a llorar delante de todos. Le faltó poco. Y eso que tuvo suerte de no recibir ningún ocurrente piropo español. Yo mismo tenía los ojos algo húmedos sólo de ver con qué carita miraba a su padre. Su padre en ningún momento dejó de sonreír⦠intentando dar a su princesita una confianza que ella no iba a manifestar. No era la primera vez que trabajaba en un puesto similar y me había tocado ver a chicas que demostrando una gran entereza habían aguantado con la cabeza bien alta no pocas vejaciones verbales⦠Esas vejaciones, sexistas en casi todos los casos, contrastaban especialmente con la dulzura de sus voces y con el cariño que dedicaban a cada una de sus interpretaciones. Entristece en lo más profundo sólo recordarlo. En realidad aquella noche la cantante incluso tuvo suerte respecto a la correcta educación de su reducido público.
La ex niña prodigio de la televisión llevó la actuación lo mejor que pudo (aunque nada bien, la verdad).
Cuando faltaban cuatro canciones para terminar, los invitados le hicieron callarse para coger ellos mismos el micrófono y dedicarle unas tópicas palabras al anfitrión⦠La chica salió de la sala. Le costó volver a entrar⦠aunque no salir posteriormente, unos quince segundos después, como alma que lleva el diablo. Estaba sin duda muy asustada. Seguro que se refugió en la seguridad que da el cerrojo de un aseo a llorar⦠Otra víctima de la industria audiovisual, peor tratada seguro que aquellos músicos que no han olfateado nunca el aroma de las masas… víctimas también; víctima de su propia ignorancia juvenil (y de la ignorancia de su familia); víctima de sus propios sueños; víctima de otras víctimas que encienden el televisor y se entretienen con los muñequitos que salen dentro. Finalmente interpretó un par de canciones más y se fue (nadie notó que todavía no había terminado).
Mientras permaneció en aquel aseo quizás se preguntó para qué servía aquello. La gente hablaba con fuerza durante su actuación, cuando se me ocurría subir el volumen del sonido, el público subía también el volumen de sus correspondientes conversaciones; terminada cada pieza no recibía apenas aplausos; ¿Por qué cantar ante gente que no te escucha?… En realidad su padre sí lo hizo⦠y con muchísima atención⦠cayéndosele la baba en cada estrofa. -¡Qué bien canta mi niña!-. Y era cierto, su hijita cantaba como los ángeles, aunque ser artista sin duda es mucho más que eso, pero allí entraríamos en otro tipo de relato⦠tan triste y real, eso sí, como el que estoy a punto de firmar.
Sergio Falces
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