MORDISCOS DE ROSCÓN
Con los oídos aún saturados por los decibelios y el eco de la música todavía retumbando en nuestros cerebros, quizá sea momento para hacer análisis y, por qué no, dejarse llevar de una vez por la euforia sin ninguna necesidad de esperar a que el corazón se enfríe y la razón haga perder la perspectiva del evento.
San Valero de 2.006 ha quedado grabado por siempre en la memoria de nuestra inmortal metrópoli, la misma que acostumbra a devorar sin piedad a sus hijos y que encumbra con suma facilidad ídolos extranjeros por el mero hecho de serlo. Antes que Bunbury subieron los chicos de OT al balcón del Ayuntamiento, y eso duele…
Fue uno de esos días en los que te sientes especialmente orgulloso de pasear con el estuche de tu guitarra por las calles de tu ciudad. La gente te mira, te pregunta en qué grupo tocas y te sientes distinto y especial. Y es que en esto de la música tan pronto te amenaza un vecino cuchillo en mano en el mismo local de ensayo como te dan palmaditas en la espalda… Mi chica dice que lo mejor de los músicos es su generosidad, que cuando un músico toca su instrumento o canta te está contando lo que pasa en su interior igual que lo hace un pintor o un escritor, que comparte sus sentimientos e inquietudes contigo y los plasma en forma de canción.
Amaral vino, la prensa vino y el público respondió. Más de medio centenar de grupos y artistas tomaron la ciudad y cientos de canciones dejaron de ser anónimas y traspasaron los muros del local de ensayo para darse a conocer a miles de zaragozanos. Debe de ser el agua calcificada que bebemos, el cierzo que nos vuelve locos o ese olor a repollo que en los días de niebla nos regala esa entrañable fábrica de poetas, pero lo cierto es que, aquí en Zaragoza, levantas una piedra y sale una banda de rock, de pop, de punk, de dance, de hip-hop o de lo que haga falta.
Ahora es momento para que los políticos respondan, porque en caso contrario tendrán que explicar a los miles de personas que disfrutaron de la música en San Valero por qué estos chicos tan majos y sanotes no tienen donde tocar con unas condiciones mínimas, que sus locales de ensayo apestan y están infestados de ratones y pulgas, que ni siquiera tienen calefacción y que alquilar un centro cívico para un concierto gratuito cuesta una media de cuatrocientos cincuenta euros.
Señores gobernantes, la música – y la cultura en general – aporta eso que la pedantería empresarial ha venido a llamar valor añadido a la sociedad. Un valor de esos que son intangibles y que hacen que la vida sea algo más que ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. Una extraña fuerza que nos cambia el humor y alimenta el espíritu. Quizá la música sea lo único en el mundo que nos gusta a todos.
Ebrio de música local me atrevo a proclamar que este Roscón Rock 2.006 ha sido todo un éxito de organización y de participación del público y de los propios artistas. Y ello a pesar del encomiable esfuerzo de los muchachos de SGAE por sacar tajada económica del evento. Muy bien chicos, así se trabaja y no hay que escatimar energías: hurtad, amenazad, sacad fotos sin consentimiento para amedrentar… Al Capone se revolvería en su tumba al ver los métodos que os gastáis como entidad sin ánimo de lucro que sois. Claro, que Iber Caja también lo es… Pero al menos Al tenía estilo como buen italiano que era.
El martes muchos hemos vuelto a nuestras labores cotidianas. Cientos de héroes anónimos en sus puestos de trabajo soportando a diario la imbecilidad de jefes que no saben ni sabrán nunca lo que es el talento ni lo que se siente en un escenario. Aún queda camino por recorrer. Sólo espero y deseo que el espíritu de este roscón no muera de éxito. Yo he recuperado la Fe.
Jaime Lasaosa, desde el frente nuboso.
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