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Cuando un par de golferas de este calibre se junta para hacer música, el resultado es – como mínimo – interesante y merecedor de ser escuchado. Ocho temas de Bunbury, ocho de Vegas, dos compuestos al alimón y una versión del “Bravo” de Bambino se suceden de manera alterna para conformar un doble cedé con suficiente arte dentro como para rebasar con creces la categoría de mero divertimento. Dicen los plastas de la jerga empresarial que hay sinergia cuando el trabajo en equipo produce un resultado mayor que el que se hubiera dado sumando todos los esfuerzos individuales… Hecha esta aclaración, debe quedar claro que no estamos ante el mejor disco de ninguno de los dos, aunque – eso sí – “El tiempo de las cerezas” da en todo momento la sensación de ser una unidad sonora coherente y rebosante de talento. Una unidad sonora de honda raíz norteamericana y llena de guiños conscientes hacia los clásicos de los que se alimenta este proyecto dual. Una senda ya transitada por otros pero no por ello menos atractiva: guitarras acústicas, teclados, reverberación y trémolos. Y así, invocados por Paco Loco en la producción, los espíritus de Dylan, Tom Waits, Lou Reed y compañía hacen acto de presencia para alumbrar gemas de la talla de “El cazador”, “Días extraños”, “El rumbo de tus sueños”, la velvetiana “Va a empezar a llover” o ese hitazo que es “Puta desagradecida” con Gary Louris (The Jayhawks) a las coros. Y es que, tal como ha afirmado el propio Bunbury, las omnipresentes referencias musicales convierten este proyecto en una especie de álbum de fotos de la historia del rock. Algo así como un ejercicio de sana mitomanía en el que podemos disfrutar también de jugosas colaboraciones como las de Quique Mavilla (Distritocatorce y El Galgo Rebelde), Christina Rosenvinge o el propio Paco Loco. Un Bunbury al que – dicho sea de paso – se le ve especialmente cómodo practicando el rock and roll y cantando a la derrota, al sexo enfermizo y al dolor vital. Especialmente significativo es la letra de “No fue bueno, pero fue lo mejor”: «…se preparó para caer en combate (…) para el linchamiento, deporte nacional (…) para el olvido / para lo siguiente que vendrá (…) y mañana será otro día». ¿Se referirá a su sonado abandono del escenario en Zuera?. Y es que, elucubraciones al margen, lo cierto es que si por algo destaca “El tiempo de las cerezas” es por la calidad de sus textos, pues no en vano el destino ha conseguido unir a dos de los más aclamados letristas que ha dado la música española de los últimos tiempos. Claro, que no todo iban a ser bondades, pues en un disco con veinte cortes tiene que haber también piezas que chirrían y momentos puntuales en los que el aburrimiento puede llegar a invadir al oyente, pero – afortunadamente – éstos son los menos y la extraña pareja asturaragonesa esgrime argumentos de sobra como para salir airosa en el resultado global. Hay días en que valdría más no salir de la cama, sí, pero se correría el riesgo de dejar de escuchar un disco como éste, uno de esos que hay que saborear lentamente y que cuesta asimilar como los grandes discos. Y el tiburón blanco que no atiende a razones… Jaime Lasaosa |
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