De mujeres, política, fútbol, usos y costumbres hablan las canciones del aragonés Joaquín Carbonell. Será por eso que, años atrás, al tomar contacto con su obra, Adrián Korol (conductor y humorista, el de los hermanos Korol, claro) le dijo, tajante: “Tu público natural está en Buenos Aires”. El, claro, le hizo caso y fue amor a primera vista. En su primera visita a Buenos Aires compuso un tema (“Ven al Tortoni”); en la segunda, la discográfica Random le editó su álbum más reciente, “La tos del trompetista”, y en ésta, la tercera, aborda una minigira: hoy, en Chacarerean Theatre, mañana en el Teatro Argentino de La Plata y pasado mañana en Rosario.
Amigo y compañero de juergas de otro Joaquín, Sabina, aragonés hasta la médula, fanático del Zaragoza, periodista y amante de la obra de Georges Brassens, Carbonell se distingue por sus historias cantadas provistas de buen humor e ironía. ¿Cantautor? “Me defino comocantautor porque no encuentro otra palabra -aduce Carbonell-. Cantautor no es solamente el que hace sus canciones, sino también el que tiene cierta actitud ante la sociedad”.
La muy difundida caricatura del cantautor enojado, siempre con el dedo en alto, no es la que se ajusta a Carbonell. “En los años 70 el cantautor tenía una actitud muy belicosa porque estábamos luchando contra una dictadura, pero no tiene sentido seguir en ese carro. Hay muchas fórmulas, pero, sobre todo, creo que hay que tener una actitud diferente de la de los que se dedican a la música comercial.”
Desacartonada, la actitud del músico, escritor y periodista aragonés se permite, entre otras cosas, disentir con Ismael Serrano y Pedro Guerra. “Los veo muy serios, con poco sentido del humor. Creo que el humor, la ironía y el sarcasmo son armas fantásticas. Lo quiero mucho a Ismael, pero le diría que se relaje un poco. Lo mismo a Pedro. ¡Parecen mis padres!”
La tos del trompetista , su único disco editado en la Argentina, es el álbum más reciente de la segunda etapa musical del cantante y compositor, que se presentará aquí con el guitarrista francés Philippe Charlot y con el trío local Voladores. Es que hay un primer período que finalizó a comienzos de los 80 y un segundo que nació más de diez años después. “Con la llegada de la democracia a España la gente salió de ese oscuro túnel y se lo quería pasar bien, entonces los cantautores no teníamos sitio adónde ir. Y en esta actividad nunca hay que ser patético e imponerle nada a la gente. Entonces decidí dedicarme más al periodismo. En 1993 me invitaron a cantar en varios bares y tres años más tarde tuve la oportunidad de grabar un disco dedicado a Brassens, en el que canta Sabina. Y bueno, el panorama había cambiado para mí, en el sentido de que ya no se consumía un solo tipo de música.” […]
Por Sebastián Espósito
De la Redacción de LA NACION