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LOS CARRADINE + MANOS DE TOPO. La lata de bombillas, Zaragoza, 16/11/07

La Lata de Bombillas cuida las noches de los viernes y mima a su fiel parroquia con los medios justos, mucho romanticismo y quizá con menos ruido y fuegos de artificio que otros. A lo largo de los últimos años Javier Benito y sus muchachos han urdido una trama musical que ha dado como resultado una sólida programación gracias a la cual hemos podido disfrutar de “grandes” del pop patrio como Sidonie, Delorean o Maga y también de propuestas menos conocidas para el público pero no por ello menos atractivas. A este último grupo pertenecen las dos bandas catalanas que conformaron el doble cartel del pasado viernes: Los Carradine y Manos de Topo.

El movimiento punk defendía con uñas y dientes y a golpe de muñequera de pinchos que cualquiera podía subirse a un escenario y hacer música. Otra cosa es el resultado puramente musical… Este último aspecto no parece quitar el sueño a Los Carradine, aunque ello no significa en absoluto que se deba menospreciar su propuesta, sino que, muy por el contrario, su espectáculo merece mucho la pena si uno quiere pasar un buen rato.

Y es que, con humor y ganas de pasarlo bien, los barceloneses se plantaron con decisión sobre el bamboleante escenario de «La Lata». Tampoco creo que estos chicos – ya maduritos por cierto – pretendan mucho más que divertirse y divertir, y doy fe de que lo consiguieron con creces.

Sus canciones habitan en territorio pop-punk y coquetean con el garage, lo que lleva a pensar inmediatamente en melodías juguetonas e instrumentación poco rigurosa. Sus letras, ácidas, densas y delirantes, hablan con ingenio sobre realidades cotidianas vestidas de un aire festivo.

Un poco antes de invocar al espíritu de Billy Bragg con su canción homónima acometieron una decidida versión de “Hay pelea” de los madrileños Ejecutivos Agresivos. Todo un clásico que fue de lo más destacado junto con hits como “Vietnam sentimental”, «Sonad a los Smiths» o «No es que fuera mod«, todos ellos incluidos en su disco «Sospechoso tren de vida» (Strange Ones, 2007).

Por su parte, Manos de Topo subió al escenario para echar por tierra el trabajo de Los Carradine de animar al público con sus «canciones de suicidio» – tal como las definió la propia banda – para regocijo de una audiencia entregada y expectante.
 
Minutos antes de iniciar su actuación sonaba en la gramola “Las venas de mi amigo están ardiendo” de Polansky y el Ardor interpretada por El Niño Gusano. Toda una declaración de intenciones o un aviso de lo que se avecinaba: pop surrealista, más o menos. Poco después, en el escenario una tabla de planchar con un xilófono y un Casio PT-1 de la Primera Comunión demostraban que con muy poco se puede hacer música (otra cosa es entrar a valorar la calidad).

Los catalanes abrieron con la dramática “Carta a la los Reyes» y siguieron con otros temas pertenecientes a su último trabajo «Ortopedias bonitas«, como «Morir de celos» o «Balas en Dallas«. En ellos, los riffs de teclado y de xilófono, junto con una batería sólida y certera, son los encargados de llevar a buen puerto unas canciones que llevan la sencillez instrumental por bandera.

Resulta imposible valorar a Manos de Topo sin hacer alusión a la voz quebrada y sobreactuada de su cantante de pelo hirsuto. Podrá gustar o no, pero lo cierto es que llena el escenario, que sus letras aportan sentimiento y que su interpretación delata un rico mundo interior que desea compartir con el público. Una lástima que estos chicos no se apliquen más coros…

En definitiva, una entretenida noche de pop sin pretensiones, a caballo entre el surrelismo y la delicadeza..

Texto y foto: Jaime Lasaosa Novo
[email protected]

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