Quizá conscientes de ello, los zaragozanos tuvieron el detalle de no prolongar su actuación más allá de treinta minutos, tiempo más que suficiente para confirmar por dónde van los tiros de este joven grupo: pop español con cierto poso roquero al más puro estilo de Los Piratas, Los Ronaldos o Pereza. Tintes roqueros que quedan parcialmente desvirtuados por el toque acaramelado y adolescente de las letras, lo cual puede suponer un lastre o una plataforma de lanzamiento al estrellato, según se mire.
Los vimos por primera vez en el Zerburock de 2004 y ahora, tres años y medio después, hemos podido comprobar su evolución hacia un sonido más sólido que da como resultado una mayor presencia escénica y unas canciones más elaboradas. Aún les falta un punto de madurez, pero temas como “Habitación 503”, “Mi niña” o “Miss Cocaína” nos dan una idea de lo que Almas Mudas es capaz de hacer. Los puedes escuchar en http://www.myspace.com/almasmudasmusic
Al filo de la una Circodelia acometió las primeras notas de su personal pentagrama. A pesar del retraso, su intenso guitarreo, su actitud escénica y el descaro glam de su carismático cantante hicieron que pronto la banda se ganara los favores de un público ávido de emociones inmediatas.
Y es que con Circodelia uno tiene la sensación de estar escuchando un hit tras otro, pues los madrileños han sido capaces de armar un repertorio incontestable en el que no faltan alusiones a los clásicos del rock. Clavaron “Heroes” de Bowie y, aunque eso ya hubiera justificado por sí solo todo lo que hubiera venido después, aún fueron capaces de emocionarnos con perlas grabadas a fuego en el inconsciente colectivo como “My generation” de The Who o “White light/white heat” de The Velvet Underground.
Además, Circodelia demostró que cuenta con un elenco de canciones propias tan sobresalientes como efectivas. Sin necesidad de echar mano de su archirradiada “Las chicas de las canciones”, la banda nos obsequió con un concierto fluido y vibrante que estuvo centrado sobre todo en su tercer y último trabajo “Máquinas Románticas” (Tool Music, 2006).
Piezas como la stoniana y pegadiza “Ámame y muere”, “Vamos a ir al infierno de cabeza”, “Lo trágico es magnético” o “Qué felicidad más tonta” sonaron convincentes y sirvieron para constatar que estamos ante un grupo que, por méritos musicales, merecería estar tocando en lugares de aforo muy superior.
Residente en la Sala Honky Tonk de Madrid, Circodelia acarició la fama con la yema de los dedos hace un lustro. Mimbres no le faltan: su rock de sabor añejo es de lo mejor que se ha hecho en castellano en los últimos tiempos. Quizá España no está preparada culturalmente para algo así…