El día veinticuatro por la noche, cuando el Rey calle, España entera se sentará en torno a la mesa a celebrar el nacimiento del niño Dios. El calor de los hogares, la abundancia de manjares, la alegría con que los niños despedazarán los envoltorios de sus regalos contrastará con el silencio de las calles frías y desiertas. El rito anual volverá a desplegar su probada eficacia y durante una noche la paz reinará en nuestros corazones.
Bueno, quizá no en todos. Desde hace días no logro quitarme de la cabeza
algo que he leído en prensa y cuyo último significado creo haber alcanzado: Amaia, la empalagosa cantante de La Oreja de Van Gogh, ha dejado el grupo para iniciar su propia carrera en solitario. ¿Y bien?, pensarán. ¿Acaso se han olvidado de Olé Olé? Cuando Vicky Larraz decidió abandonarlo todos creíamos que por fin nos libraríamos de aquel grupo insufrible y hortera. Nos equivocamos. Apareció Marta Sánchez y el problema se duplicó: por un lado la dentadura imposible de Vicky Larraz y por otro un fortalecido Olé Olé con aquella jamona histriónica al frente.
Creo poder afirmar que nos encontramos ante una nueva forma de perpetuación del mal gusto capaz de amenazar la estabilidad mundial. Como esos microorganismos que se parten en dos mitades que de inmediato cobran vida autónoma, nuestros artistas pueden haber desarrollado una terrorífica capacidad para reproducirse sin límite ni medida. La Oreja de Van Gogh reemplazará a la temible Amaia y ésta seguirá castigándonos en solitario con su voz impostada y pastosa. Esta Nochebuena, ustedes gozarán despreocupadamente del calor de los suyos pero les juro que yo me mantendré alerta. También me sentaré a la mesa y me pondré hasta las cejas de colesterol, pero cada vez que decapite un langostino presto a sorber sus jugos nutritivos contemplaré sus dos mitades temeroso de que en ese mismo momento David Bustamante pueda estar utilizando el mismo rocedimiento para duplicar el dolor que su presencia viene causándonos desde hace años.
Imagínenselo: por un lado David y por otro Bustamante cantándole a España como un langostino mutilado en una desgraciada Nochebuena.
Jesus Cirac