Su última visita a Zaragoza tuvo lugar en las fiestas del Pilar de 2006, en aquella ocasión rodeado de sus músicos habituales. Este concierto en la Campana de los Perdidos iba a ser completamente diferente, al venir el gaditano acompañado únicamente con su guitarra.
Aunque centró Javier Ruibal su repertorio en el disco “Lo que me dice tu boca” (18 chulos, 2005), empezando el recital con “La canción del contrabandista”, dejó espacio en esta primera parte a composiciones menos recientes, como “Si un ángel se desnuda” o incluso rescatando Agualuna, de su trabajo “Piel de Sara” de 1989. La temática, común en todas ellas, el amor, aunque como él mismo se encargó de aclararnos “no todo lo que canto es real, sino estaría en el psiquiátrico y no aquí”. Con el público ya entregado, fue desgranando su cancionero, con “Besos en abril”, “Náufrago de Sáhara”, o “Traeme canciones”, en la que puso a todo el público a cantar eso de “dime que vas a quererme como nadie más me quiso”.
La música de Ruibal, camina entre el sur de España y el norte de África, bebiendo del flamenco y la canción andalusí entre otras. La riqueza de influencias que atesora el gaditano quedó patente en la intro de “Ay de mí si no me besas”, con la que se despidió hasta la segunda parte, no sin antes llamar a la zaragozana Carmen París para interpretar juntos Ave del Paraiso. Esta canción, escrita por el propio Ruibal e incluida en el disco “Jotera lo serás tú”, supuso para muchos el mejor momento de la noche
Tras el descanso sonó una sentidísima “Pa mi corazón”, para dedicar después unas palabras al malogrado cantautor rockero argentino “Tanguito” antes de interpretar el tema que lleva el mismo nombre. Le llegó el turno a “Habana mía”, cubalibre en mano y se fue despidiendo poco a poco: “Lo que me dice tu boca”, con dedicatoria a Pablo Ruiz Picasso; “Fugitivos de Hamelín”, que compuso para el programa televisivo Ratones Colorados; la chirigota “Atunes en el paraiso”, banda sonora de la película de Pablo Carbonell “Atún y chocolate”… hasta la despedida con “Para llevarte a vivir”, según el autor lo más delicado que ha compuesto, y la coreada “Isla mujeres” que puso el cierre, sin bises.
Si bien Javier Ruibal se hace acompañar de unos músicos extraordinarios y un concierto con ellos es una maravilla, el poder disfrutar de una actuación suya en solitario en un local como la Campana es un privilegio. Las canciones no pierden intensidad, pese a desvestirlas de arreglos, la cercanía les imprime una fuerza de la que pocos cantautores pueden presumir en un formato tan sencillo. Un lujo que fue posible gracias a la tenacidad de la gente de La Campana de los Perdidos, asociación que llevaba años detrás de esta actuación. El público respondió, abarrotando la sala dos días consecutivos pese al elevado precio de la entrada… que sin duda lo valía.
Texto: Juako Malavirgen
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