CRÓNICA: ENRIQUE BUNBURY. Feria de Muestras de Zaragoza, 06/09/08. Por Alejandro Elías

Enrique Bunbury. Para empezar he de decir que no soy seguidor de sus últimos discos en solitario. Tan solo me fascina “Radical Sonora” y me gusta “Pequeño”. Pero es Enrique Bunbury. Sólo con escribir estas dos palabras ya se podría dar por terminada esta crónica. Este artista en sí mismo, solo con lo que representa, ya está por encima de cualquier crítica negativa o positiva que se realice de su trabajo. Obviamente, nunca está de más -ni de menos- analizar, criticar y escribir sobre sus nuevos trabajos, sus nuevos pasos. De fan siniestro de The Cure y Radio Futura en los 80 a rockero zeppeliano en los primeros 90. De clon de Jim Morrison a explorador de clubs y seguidor de Massive Attack. De crooner latino despojado de anillos y pendientes, a saltimbanqui con sombrero y rejilla. De artista circense a bluesman de Nueva Orleans…… No, no hay parangón a este lado del Atlántico. Y al otro, muy pocos ejemplos que poner.

El sábado Bunbury regresaba, casi un año después, a los escenarios para presentar su nuevo trabajo en solitario desde la gira con Héroes del Silencio. El escenario y la puesta en escena nada tuvieron que envidiar a lo visto en su gira con Héroes, que no es poco. Pantallas a ambos lados del escenario, otras dos pantallas dentro del escenario, lámparas colgadas del techo y un gran telón rojo que luego desplegarían en un set más íntimo, a mitad del concierto. Antes de aparecer los músicos, unas breves imágenes proyectadas en las pantallas, un collage de viñetas de cómic con letras chinas e imágenes de películas americanas… todo es muy americano, en realidad, en la nueva aventura de Bunbury. Muy Tarantino.  Salieron los músicos al escenario y ya se pudo comprobar que el cambio es, al menos, sustancial. Tangible. Lo primero que salta a la vista es la estética de los nuevos miembros, muy cercana a las estrellas de rock en los años 70, a bandas glam como  Roxy Music, T-Rex o David Bowie. El guitarrista rítmico, Álvaro Suite, que ya ha sido coronado como la estrella indiscutible de esta nueva formación, con una estrella pintada alrededor de su ojo izquierdo, con sombrero y enfundado en un traje de cuero rojo brillante. El bajista y todos los demás muy en la onda glam que antes he citado, y Enrique… en su línea. A decir verdad, mucho más rejuvenecido que en su anterior cita con los escenarios, el año pasado.

No solo en la estética se ve el cambio de rumbo que propone el cantante zaragozano sino, sobre todo, en el sonido. Un sonido concebido, sostenido e interpretado por las guitarras. Todo un acierto, en mi opinión. Quedaron atrás, al fin, las trompetas, los violines, la percusión… Ahora son las seis cuerdas de acero las que mandan. El Rock and Roll, vamos. Y en este menester, la nueva banda de Bunbury aventaja en mucho a la anterior. Desde el teclista, Jorge Rebenaque, una bestia parda del escenario y de su instrumento (también con el acordeón), hasta el guitarrista antes mencionado. Sin hablar, por supuesto, de Ramón Gacías: pilar básico en toda la carrera en solitario de Bunbury, y no solo en el plano musical.

Abrieron el repertorio con “El club de los imposibles” y siguieron con temas de su nuevo trabajo, aun por estrenar, como “Hay muy poca gente”. Continuó desgranando parte de “Hellville de Luxe” aunque, en menor medida que los clásicos de su repertorio en solitario, obviando por completo el “Radical Sonora” y centrándose sobre todo en “El Viaje a Ninguna Parte” y “Flamingos”.  Como opción a destacar, la de haber optado por transformar sus viejas canciones con arreglos totalmente nuevos, sustituyendo los anteriores por otros nuevos hechos con guitarras, como por ejemplo “Lady Blue” o “Sácame de aquí”, ambas “rockerizadas” al máximo. O “El extranjero”, con ese aire porteño y cabaretero que tanto gusta a Enrique. Otras sin embargo, se interpretaron de igual forma que aparecen grabadas en los discos como es el caso de “Los restos del naufragio” o “El viento a favor”. En cuanto a la respuesta del público, algo frío como era de esperar con las nuevas y aun desconocidas canciones de “Hellville de Luxe” y extasiado con otras como la triunfadora de la noche: “Sí”. Terminaron con “…Al Final” como suele hacer en sus últimas giras en solitario ya que, parece ser, es una de las canciones favoritas del artista maño.

Un buen concierto, una buena banda, una estética inmejorable y una música original como pocas y arriesgada. Unas canciones que no son fáciles de escuchar por una audiencia acostumbrada a patrones más clásicos dentro de la música pop/rock y, sin embargo, Bunbury siempre llena y siempre vende discos. Es un artista imperecedero, no inmortal pero sí eterno. Siempre alerta y siempre innovando, a pesar de la dificultad que esto conlleva, transformándose en mil y un personajes distintos. Aunque personalmente me quedo con aquel de melena rubia, seguidor de Santiago Auserón, que formó en Zaragoza una banda con tres tipos que no sabían tocar ni la mitad que sus músicos en solitario, pero que conquistaron el mundo desde el barrio de Sementales. Porque hay algo en la música que no se puede explicar.

Texto: Alejandro Elías
www.myspace.com/misterhydezgz
Fotos: Ángel Burbano
 ENRIQUE BUNBURY en la Feria de Muestas - Aragón Musical / Ángel Burbano
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