Hay determinados artistas que cuando los conoces, te das cuenta de que jamás en sus vidas podrían haber sido otra cosa que no fuera eso: artistas. En el caso de los músicos es todavía más evidente, ya que en su caso, sería materialmente imposible expresar una emoción desde otro lugar distinto que no fuera un escenario. Quique González es uno de ellos. Uno de esos artistas que cuando lo miras fijamente o presencias un concierto suyo, descubres que existe el destino. Y el suyo pasaba inevitablemente por convertirse en un compositor de canciones, un orfebre de emociones y un maestro de palabras. El que nosotros hayamos podido disfrutarlo desde hace algo más de una década, quizá sí sea cuestión de suerte. O no.
El martes llenó el Teatro Principal de Zaragoza sin haber hecho promoción alguna. Ni entrevistas, ni carteles, ni eventos digitales. Tan sólo el boca a boca hizo falta para que muy pocas butacas del teatro se quedasen vacías. Esto significa que Quique González es ya uno de esos pocos privilegiados dentro del rock español que cuenta con un ejército de fieles seguidores que le sigue allí donde va. Eso es, hoy en día, la mayor bendición que puede recibir un músico.
Con una banda sobresaliente y un escenario inmejorable, Quique se sacó de la manga el mejor y más emocionante concierto de toda su carrera en Zaragoza. Y como él mismo recordó en varias ocasiones desde arriba, ha venido muchas veces ya a la ciudad del viento. Comenzó con un set acústico, con una bonita pieza interpretada tan sólo a piano y voz, para dar paso a “Aunque tú no lo sepas”, una de las primeras perlas de la noche. Poco a poco los músicos se fueron sumando uno a uno tras la correspondiente introducción del madrileño, para aportar respectivamente su granito de arena a un sonido tan cálido como robusto y compacto. Alternando buena parte del cancionero que le ha convertido en un artista popular con las composiciones pertenecientes a sus dos últimos álbumes, Quique González dio muestras suficientes de una solvencia compositiva que pasará a la historia de la música pop española. Sus canciones son de una calidad suprema, con una instrumentación a prueba de bombas y unas letras insuperables.
Dejó para los bises varias de sus últimas composiciones, pertenecientes a su reciente “Daiquiri Blues”, y regaló “Pequeño Rock n’ Roll” y “Cuando éramos reyes” –con dedicatoria a Guille Martín incluida- que hicieron las delicias de un público entregado que incluso interactúo con el músico en varias ocasiones a lo largo del concierto, lanzándole piropos, peticiones y halagos. Una noche de sonrisas cómplices con un artista al que ya le ha alcanzado su destino.
Texto: Alejandro Elías
Fotos: Gustaff Choos