Algo debe ir bien en la música últimamente porque una propuesta como la suya, tan alejada del mainstream e incluso de los sonidos indies, consiguió que la Sala López estuviera a rebosar, con un público que abarcaba todas las edades. Bigott se ha convertido en un engrasado grupo formado por cinco miembros, incluidos el productor Paco Loco (busquen en los libretos de Nacho Vegas, Sexy Sadie o La Costa Brava) y su pareja (a la que besó después de que un insistente espectador se lo pidiera a gritos,) que dan forma a las elaboradas composiciones de folk (con un toque de pop y de tropicalismo), y acompañan al personaje creado por Laudo: fueron impagables los momentos en los que «bailaba» como si de una perfomance de teatro alternativo se tratara; y tampoco dudó en tirarse en volandas al público. Sí, sabe ganarse a la audiencia, pero es que además ya posee una colección de canciones con las que puede emocionar durante más de hora y media: Dead man walking, Cool single wedding, She is my man, Afrodita Carambolo, New York S'eveille (momento álgido de la noche)… y así hasta completar un setlist de dos docenas de temas.
Bigott está rompiendo moldes y está empezando a recoger los frutos. Algo que tiene más valor si se tiene en cuenta su complicada personalidad (apenas concede entrevistas y cuando lo hace son a mala gana) y su afición de ir contracorriente. Y esto tiene pintas de no haber hecho más que comenzar. Su último disco ya está incluido en la mayoría de las listas de lo mejor del año, pero no creo que pase mucho tiempo hasta que vuelva a entregar un nuevo gran trabajo.