Hay quienes llevan firmando la sentencia de muerte de Mogwai prácticamente desde la publicación de su segundo disco (Come die Young, 1999). Que si se les han gastado las ideas, que si son el gran timo de la música moderna… Pero aquí los tenemos, con casi 15 años en activo y en plena forma. Las razones son sencillas: pocos grupos han sabido desestructurar el rock para convertirlo en algo nuevo y excitante a partir de sus escombros mejor que ellos, y porque siguen entregando grandes álbumes, así de claro (a pesar de ciertos tropiezos). Hardcore will never die, but you will, su último trabajo de estudio, es una prueba del gran momento en el que se encuentran (y por si quedan dudas han sacado un EP, Earth división, igual de inspirado) y con el que vuelven a ser alabados en los medios especializados. A ellos les da igual, siguen a lo suyo, como siempre.
El encargado de abrir la noche fue Gruff Rhys, el líder y cantante de los geniales e inclasificables Super Furry Animals; un lujo. El galés ya ha demostrado al frente de sus animales súper peludos que tiene un don especial para crear perfectas canciones de pop guitarrero (Rings around the world es un disco a reivindicar desde ya), así que en su carrera en solitario se ha centrado más en pequeños experimentos caseros (acaba de editar su tercer trabajo, Hotel Shampoo). Rhys dejó atónito a los ya numerosos espectadores (la sala se llenó posteriormente) con su pop destartalado, pero con mucho encanto, adornado con aparatos electrónicos casi de juguete, samplers con un tocadiscos, loops y, en ocasiones, su guitarra. Sigue en su mundo, al estilo Brian Wilson. Fue una pena que luego no colaborase con sus amigos galeses para interpretar Dial: Revenge.
¿Recuerdan aquel anuncio que decía que “la potencia sin control no sirve de nada”? Pues Mogwai tienen potencia (mucha) y sobre todo saben manejarla como es debido. Hacía tiempo que no disfrutaba de un concierto con un sonido tan contundente a la vez que nítido como el que presencié el jueves pasado en la Sala Oasis, y el mérito es tanto de los escoceses como del centenario recinto (aún me duelen los oídos del último FIZ). El repaso del último trabajo fue minucioso y su traslado al directo no dejó ningún resquicio de duda. Siguen por el mismo camino que comenzaron con Mr Beast, es decir, canciones más cortas y concisas, pero sin perder sus características explosiones de sonido y remansos de paz: White noise (con un irresistible ritmo krautrock), Death Rays, Mexican grand prix o Rano Pano ya pueden figurar entre lo mejor de su repertorio. El impresionante muro sónico (apabullante, sin ninguna fisura) del que hicieron gala los creadores de Rock action con tres guitarras, bajo y batería es de los que no se olvidan, pero llegó hasta el paroxismo con esa brutalidad que es Batcat y con Mogwai fear Satan (con la que cerraron la noche). Si a todo esto le sumamos un repertorio que es lo más parecido a un grandes éxitos que pueden tener los escoceses (Hunted by a freak, 2 rights make 1 wrong), podemos hablar de un serio candidato a mejor concierto del año en esta ciudad.
Y he escrito esta crónica sin necesidad a recurrir a la famosa palabreja inventada por Simon Reynolds.
Texto y fotos: Jaime Oriz