Pues sí amigos, algo no funciona. Uno le echa ganas, es bueno en lo suyo, saca discos que podrían estar rompiendo los reproductores musicales (aquí cada uno es de su padre y de su madre) y aún con todo tiene que convivir con la sensación de tocar en una película de David Lynch, “quizir” para cuatro raros. Y esto básicamente es lo que aconteció ayer en la Sala López, sitio referente para modernos, rockeros y fauna extraña de la música aragonesa. Quizás no acompañó que fuera Jueves ni que se vislumbre una semana de no te menees, pudiera ser el precio del concierto la causa de todos los males (la crisis siempre es una buena excusa para no ir a conciertos…claro…) pero vuelvo a repetir que lo de ayer no tuvo nombre. Tres grupos que deberían de ser fijos en la programación de las salas, mínimo, de Zaragoza tuvieron que lidiar con el fracaso de público del “Festival de Rock Aragonés”, eso sí, que nos quiten lo “bailao”.
Cuestiones aparte y centrándonos en lo meramente musical he de decir que la noche fue deliciosa a pesar de los problemas de sonido que tuvieron las bandas. El cartel, la verdad, muy bien escogido, y es que la Sala López tiene el don de mantener una de las mejores programaciones de la ciudad (y si no me creen miren la agenda de Pilares). Comenzaron Velouria, el trío surgido el año pasado y que se ha asentado con mano firme en el panorama (dichosa palabra), canciones como Entidades Paralelas o Armas de Creación Masiva son el justificante perfecto para pagar por verles. Presentaron además dos temas nuevos (cuyo título seguramente nos dejará ojipláticos) en los que la sección rítmica es tan perfecta que Yoin puede liberarse y juguetear con su Fender Jaguar a la distorsión perfecta. Terminaron con Feel Good hit of the summer de QOTSA, el hielo quedaba descuartizado antes de romperlo.
No seré yo quien descubra a The Dust Bowl a estas alturas, pues más de cinco años como banda les avalan. El rock, la psicodelia y el stoner se reducen a una sola palabra: actitud. La forma con la que encaran cada concierto es más que loable y si aparte de esto le sumas trallazos de la talla de My Blood, Get my way o Clumsy Fucker tienes una banda puntera dentro del rock aragonés. El que no quiera verlo está ciego. También se acordaron de QOTSA con la revisión de Song for the dead con la que pusieron el punto final a la velada. César Redford una vez más demostró porqué es uno de los guitarristas con más estilo de la escena local.
Con esto y un bizcocho nos vamos preparando para unos días cuanto menos intensos. Podemos sacar varias conclusiones, la primera de ellas es que los músicos de Zaragoza se mueven, hacen conciertos, se dejan la piel, en definitiva están vivos. Otra de ellas es que el público está muerto, encerrado en sus casas y con tapones en los oídos. Quizás tengamos que cambiar la oferta, un giro total del asunto pues como leí el otro día en una entrevista “Si no llegamos a la gente es que la habremos cagado. Todo tipo de arte es comunicación y si falla esa comunicación es que no te has expresado bien y la has cagado”.*