Pese a todos los consejos y recomendaciones, servidor es más cabezudo que “el abuelo” y tiró todo a la basura. Hasta esta mañana, claro. Y el golpe ha sido certero, una bofetada de las que suenan y humillan ante los ojos atónitos de medio mundo. Y es que el observar al susodicho en plena Plaza España montado en patinete, con sus desconocidos ojos bajo unas Wayfarer y sus largas barbas, hizo que la conciencia y la ciencia cambiaran en un segundo. Y por supuesto me sumergí en el mundo de Bigott de la mano de su última obra, “The Orinal Soundtrack”, para saber que éste sería el principio de una, más que segura, absurda amistad.
Borja Laudo y todos los que le rodean han firmado una obra excelente, de lo mejorcito del panorama. Trataré de no nombrar a Jonhy Cash ni a toda la tropa de puretas del folk porque Bigott demuestra estar por encima de todo y hacer lo que le da la real gana, siempre acompañado (y muy bien por cierto) por Paco Loco y de Clara Carnicer (autora también de la magnífica portada), quizás las dos personas que ponen en vereda al genio aragonés.
Y es que Laudo expone en canciones como Vaporito (con ciertas reminiscencias a la música surf), Cannibal Dinner (Jim Morrison de gira con Paco Martínez Soria y Franz Ferdinand de música de fondo) o Bar Bacharach (una increíble balada con cierto aroma a crooner pasado de peso) que es capaz de crear collages de versos surrealistas en melodías completamente equilibradas. No voy a negar que el folk americano está siempre presente pero no tomemos al maño como un abanderado de un movimiento por la causa yankee ya que seguramente nos contestará con un ladrido o un aplauso sordo.
Bigott pinta las canciones como si Goya intentara retratar a Buñuel desnudo en el Titanic y lo hace con unos textos, seguramente muy trabajados, que arrancarán más de una sonrisa al oyente bilingüe o con disponibilidad de traductor Google. Trees Gone Motion, Flying Zirkus o la bizarra Prince Naseem Hamed completan un disco, quinto del grupo si mal no recuerdo, que anticipa un directo interesante y distinto, algo que llevamos tiempo reclamando a la escena local. Es hora de pisarnos las barbas, dichoso Lebowsky.