Seré honesto desde el principio: No soy periodista musical, ni pretendo serlo, así que escribo este texto desde el corazón y la razón que me dan las sensaciones vividas estos últimos meses en los que he coincidido con el Licenciado Cantinas Tour, tanto en España, como en México y Estados Unidos. Tierras tan diferentes entre si, como igualmente (re)conquistadas por el aragonés herrante con esta gira.
Han sido más de 80 conciertos desde que empezasen las rondas hace un año en San Francisc, California, y acabasen hace dos días en Phoenix, Arizona. El Licenciado ha repartido lecciones de rock and roll en 13 países, concretamente en: Estados Unidos, México, España, Argentina, Chile, Ecuador, Colombia, Costa Rica, Guatemala, República Dominicana, Puerto Rico, Honduras y Perú. ¿Se dice pronto verdad? Pues para lo que a otros puede hacerse duro de afrontar, al Licenciado Cantinas no le amilana un ápice.
En todos ellos se ha demostrado la salubridad musical y la energía de Bunbury (y Los Santos Inocentes, su banda) encima del escenario. Sería de locos pensar en Bunbury como una máquina autómata de coleccionar halagos, buenas críticas, fans, carteles de Soldout y demás “medallas al valor” pero sin duda echar la vista atrás y hacer balance de lo que ha sido este 2012, nos llevaría al error de pensar que lo es, que no es humano. Ha sido un éxito rotundo, un logro magnífico.
En España Bunbury cuenta con el que sin duda es su público más exigente (esas cosas nuestras que tenemos los españoles de a pie, que nos creemos gurús de todo. Aunque no por ello haya ni mejores ni peores publicos… faltaría más!) En cambio en América, y no hago distinción entre norte y sur, tiene a sus seguidores más entregados que reconocen, de forma unánime, el esfuerzo, actitud y talento del artista.
No obstante, intuyo que conforme pasan los años, debe hacerse más complicado salir a escena en contra de lo que pueda parecer. El público, que entre disco y disco deglute y rumia las canciones hasta el último halo, quiere cantar sus experiencias cuando el rockero llega a la ciudad de turno. Esto exige. Mucho. Para ellos es un viaje de felicidad efímero, un escape de sus rutinas y por eso demandan variedad: las nuevas y las viejas canciones. Es algo habitual con todas las bandas, pero Enrique domina y sobresale en este tercio como nadie. Sabe combinar el título de los temas que dan nombre a la gira, con algunos antiguos regalos que dedica desde el corazón a quién paga la entrada de su concierto.
De este modo, en esta gira, se han podido escuchar más de 50 canciones diferentes (sobresaliente interpretación de la actual banda en todas ellas). De su último disco evidentemente la mayoría, pero también muchas de anteriores como el Hellville de Luxe, Las Consecuencias, Pequeño, etc. (tranquilos, no les aburriré con un setlist kilométrico sabido por todos). Y si esto no fuera especialmente noticiable para los expertos del mundillo, él lo hace especial contando con la colaboración, en cada oportunidad de la que dispone, de quién en su día le aporto algo a su música o vida. Y que han hecho del licenciado Cantinas Tour y Bunbury algo memorable para muchos.
No sabría explicar mejor este asunto que con un ejemplo: Después de tropecientos años, Alan Boguslawski y Enrique Bunbury en un mano a mano ante 18.000 personas en el Palacio de los Deportes del Distrito Federal, Mexico. La canción, Apuesta por el Rock and Roll. El resultado, antológico. A un servidor le salataban las lagrimas (en sentido figurado claro que nos conocemos) de orgullo patrio aragonés. Dos grandes, en semajante escenario, cantando al bueno de Mauricio Aznar. Tela, o mejor dicho: Órale wey!. He de reconocer que me acordé de muchos, sobre todo de mi viejo amigo Gabriel Sopeña. Y eso… eso es la música en directo para mi, ese sentimiento y no otro: la emoción. También pasaron otros artistas como Natalia laFurcade o Tulsa que supongo que moverían las mismas entrañasen otros tantos.
Pero la vida sigue y, si bien es cierto que es responsabilidad afianzar y reconfortar al publico iberoamericano hay que afrontar nuevos retos. Esto es, dar el golpe de efecto en Norteamerica. Y ¡vaya!, lo que les comentaba… muesca en el cinturón, ya me entienden. Pondré otro ejemplo para explicaeme mejor, lo que vi en el Nueva York anglosajón con los mismos ojos con los que hago las fotografías:
Stage 48, a escasas tres calles del centro del universo mortal conocido como Times Square, Manhattan, NYC. Sí ese lugar de anuncios luminosos de “a millón” el segundo. Dos fechas seguidas, dos llenazos hasta la bandera, dos directos vibrantes, llenos de sudor y canciones cantineras para enamorados. Un público entregado desde el minuto uno. Bueno, sere más exacto, desde horas antes de comenzar… Si me dicen antes de ir al concierto que me voy a encontrar en la entrada una fila de seguidores esperando a que abran las puertas que da la vuelta a la manzana, a menos de 3ºC de temparatura, o no me lo creo, o pienso que son los mismos Rolling Stones los que actuan esa noche. Algo para recordar, siempre.
¿El concierto? El más apasionado que he visto de Bunbury, al menos en cuanto al ferviente público se refiere (en nueva york! “manda huevos” que decía aquel) y van unos cuantos… y eso que la sala, inaugurada por El Liceciado esa misma noche, mostraba las notables dificultades técnicas que derivan este hecho. Dificultades solventadas de manera fenomenal por su equipo técnico. Y aquí hago un alto en el camino.
Cuando alguien se pregunta cómo un tipo como Enrique Bunbury puede llegar a semajantes cotas de reconocimiento internacional, sólo puede encontrar la respuesta en el trabajo y el talento. Pero no sólo para hacer buenas canciones, que ahí están y hablan solas, sino por saber rodearse de un magnifico equipo en todo momento. Tanto a nivel artistico, reconozcamos por favor los grandes músicos que siempre ha elegido como cómplices, como a nivel técnico y organizativo. Esto si que es una maquinaria perfectamente engrasada, sin fisuras, un equipo que trabaja todas las horas del mundo para que la voz y el contoneo de Bunbury pueda disfrutarse en su maximo esplendor. Desde aqui mi reconocimiento a todos y cada uno de ellos, sin excepción.
Y asi, entre kilometros de carretera, tesón, talento y mucho rock and roll, llega el fin de gira del Licenciado Cantinas. Un punto de inflexion que ha dado para mucho. Y mucho bueno. Solo hace falta leer las crónicas que han ido enluciendo el paso de la caravana cantinera, en la hemerotecas quedan ya para el recuerdo.
Ahora toca descansar y después preparar el siguiente trabajo. Por que saben ustedes que hay Bunbury para rato, ¿no? Y que así sea por favor, que da mucho “gustico” verlo por ahí convertiendose en leyenda, a base de lo ya mencionado y no de otras fórmulas rancias y avinagradas enquistadas en el panorama musical actual.
Y como asi lo ví y asi lo he sentido, asi lo escribo: En mi “inexperta” opinion, Enrique Bunbury es el artista en castellano más importante que existe en la actualidad del Rock´n Roll de este planeta.
Salud y larga vida cantineros!
Fdo: Jesús D. Royo Piqueras / Fotos en Nueva York y México: Gustaff Choos