No se preocupen, no se alteren, ni echen sus sofás por la ventana. Están a tiempo, todo está a salvo. A pesar de lo que les ha chivado el vecino, de lo que la televisión grita a voces, de lo que su mejor amigo no les ha podido ocultar, ustedes, seres humanos, están a salvo. Porque están en el momento y en el sitio equivocado, porque sus miles de euros empleados en cosas tontas al final les salvarán la vida. Créanme, no será éste su verano funesto. Y todo, todo, todo porque a unos cuantos les ha dado la gana de que no lo sea. Ya le pueden dar las gracias a esos personajes anónimos (o no tanto) que siguen luchando por los bienes comunes y, en este caso, culturales. Aquellos que arriesgan, que se mojan pese a no pescar y que ponen el culo cuando es menester.
Y gracias a éstos tenemos placeres como el poder escuchar música en directo en pleno centro de Zaragoza. Sí amigos, es posible. Salas, clubs, puticlubs, bares y recintos arriesgan, y lo hacen porque quieren y pueden (hasta que puedan). En este caso El refugio del Crápula (y somos muchos crápulas en esta bendita región) se complace en presentar cada Jueves de este verano una sesión auténtica de Jazz. Y lo hace con una terraza espléndida en horario infantil y en su propio refugio cuando dictan los cánones políticos (que no humanos). Su cita semanal es una de las muchas ofertas de una ciudad que lucha contra sus ignorantes ciudadanos, de una cultura (la musical) que alza su grito al cielo en busca de un público con (algo, un mínimo) de criterio. En esas estamos.
Mientras, en la sombra, asociaciones con ánimo de lucro (pero no del económico) luchan contra el mal, la audiencia (pasiva) se debería contentar con asistir a magnos eventos como el que propone el templo de la Magdalena. Este Jueves les tocó el turno a Javi (bajista), Diego (teclista) y al profesor Miguel Mercadal (batería) imponer su ritmo a base de frenético Jazz en la terraza del Crápula, donde desconocidos, genocidios y otros tantos magnicidios tuvieron lugar. Traste arriba, traste abajo, golpe aquí golpe allá, ahora a negras, ahora a blancas y ahora a tempos que no te puedes imaginar (ya disculparán la estúpida y estival rima). Las yemas balanceando y gimiendo, los dedos subiendo y bajando, y a veces incluso suspirando. Cada golpe es un mártir de la música y cada mártir un suspiro en el quebrar del espectador ignorante.
El jazz, y lo que significa abren paso a las multitudes que descansan al Sol y a la sombra del Julio más atroz en años. Los tempos imposibles, los golpes tempranos y los ritmos que ni los pies más intrépidos se atreven a seguir dan paso a la noche de autos, en los que la cerveza nubla el futuro más seguro y menos arriesgado. Aragón nunca descansa, no sabe hacerlo. Ustedes sí, lo han demostrado a lo largo de todos estos años, y mucho me temo que no aprenderán la lección… ¿o me equivoco?
Texto: Stabilito, D.
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Foto: Luis Irigoyen