Pirineos Sur llega a su XXII edición con la cabeza bien alta, con el orgullo de ser uno de los festivales más longevos del país, y sin haber renunciado a su identidad en tiempos en que este tipo de eventos sufre un mimetismo preocupante. Su arriesgada propuesta, inmutable a lo largo de más de dos décadas, abrió un camino posteriormente muy recorrido, pero en los últimos años está perdiendo esa función de brújula, de faro que iluminaba las más recónditas músicas del mundo. El Primavera Sound, sin ir más lejos, ya programa artistas que podrían (deberían) actuar en el pantano de Lanuza (Tinariwen). Incluso el FIB, 99% anglosajón, colocó en su cartel ya el año pasado a Konono Nº1. La repetición de ciertos artistas en el festival oscense es un problema que se viene haciendo más patente en los últimos años, por lo que el hecho de que cada edición tenga una temática concreta y diferente comienza a resultar sospechoso. Las Metrópolis ha sido el concepto escogido para la edición de 2013, pero pesa mucho la sospecha de que cualquier otro epígrafe podría haber acompañado al cartel. Aún así, siempre será de agradecer un evento que reúne en tres semanas propuestas tan interesantes como Rachid Taha, Salif Keita, Manel, Estrella Morente, Paco de Lucía o Eli Paperboy Reed. Además, este año se han subido al escenario flotante varias figuras aragonesas (uno de las grandes deficiencias del festival): Rapsusklei, Pecker, The Faith Keepers, Maut y Enrique Amador “Musi”.
Si existe una banda aragonesa con calidad y con un enorme potencial comercial, son precisamente The Faith Keepers. El escenario de Lanuza y su público están hechos casi a su medida y su actuación, teniendo en cuenta que es dónde muestran todo su potencial, les debería servir como otro gran trampolín. Como siempre, The Faith Keepers salieron enérgicos, con Borja Tellez al frente. Su mezcla de funk y soul ya la tienen absolutamente controlada y su actuación fue impecable, a pesar de algunos cambios en la numerosa formación, pero el sonido no les ayudó a noquear a los asistentes. Su sección de vientos sonaron a pleno rendimiento, al igual que su sección rítmica y Borja nunca defrauda, pero dio la sensación que el público se les escapó vivo. Eso sí, se les nota más ambiciosos y no quieren convertirse en un grupo revival ni vivir del buenrollismo. Como prueba, ahí está esa magnífica doble colaboración con Doctor Loncho y esa cabalgada rítmica en la recta final del show. Parece que están renunciando a su faceta más latina para apostar por sonidos más africanos. Todo será bienvenido mientras busquen su propio camino.
Los miembros de La Pandilla Voladora encontraron su camino ya hace años, tantos que ya están de regreso. Poco les queda por aprender a Albert Plá, El Lichis (La Cabra Mecánica), Muchachito Bombo Infierno, El Canijo de Jerez (Los Delinquentes), Tomasito, Diego Cortés y Tino de Geraldo. Han exprimido la rumba -algunos con más fortuna que otros-, han conquistado a un numeroso público y ahora ya sólo pretenden pasarlo bien. Y en esto consiste este proyecto. Esta chupipandi se ríe ya de los supergrupos del rock con su vestimenta (superhéroes, precisamente) y, para bien o para mal, huyen de su grandilocuencia y su seriedad. El repertorio se compone de algunos de los temas más exitosos de los miembros, pero con el peso repartido entre los cantantes. No existe un líder claro, pero el que más parecía disfrutar era Tomasito en el centro de la pista. Por supuesto, un concierto en el que cada diez minutos suena un himno que sabe cantar a pleno pulmón miles de personas, no puede ser aburrido. Así, entre las montañas del Valle de Tena se pudieron escuchar “Felicidad”, “El lado más bestia de la vida”, “La primavera trompetera”, “La lista de la compra”, “Insolación”, “Siempre que quiera” e incluso “Ama, ama, ama y ensancha el alma”, de Extremoduro. El problema es que La Pandilla Voladora parece estar más pendiente de pasarlo bien que en ofrecer un concierto de calidad y ofrecer algún aliciente extra a su público. El resultado fue tan divertido y disfrutable como irrelevante. La nota seria la puso Diego Cortés con una perfecta exhibición de técnica de guitarra española, que incluso se atrevió a homenajear el maestro Paco de Lucía.
Texto y fotos, Jaime Oriz