Anda Enrique cabreado con los tiempos que corren. Lógico, ¿quién no lo está? Y es consecuente con sus actos y con el contexto actual que, directa o indirectamente, le rodea. ¿Alguien se puede desmarcar de la dichosa crisis? ¿Alguien puede girar la cabeza y ofrecer un producto de calidad? Quizás algún superhéroe (y puedo citar a Ferreiro) puede desmembrarse y trasladarse a un mundo de felicidad y gominolas, pero Enrique, nuestro Enrique (le pese a quien le pese) no lo hace y afronta un ejercicio que, como apuntaré más adelante, funciona pero no explota.
El adelanto Despierta nos hacía vislumbrar un alto contenido político, al menos en el primer disco (recordemos que, muy hábilmente, Bunbury ha sacado un doble vinilo con dos partes muy diferenciadas: la revolución social y la revolución personal), y esto es así aunque algún tema peque de versos acelerados, facilones y, me arriesgo a decir que, algo infantiles (y tengo que citar la juguetona Hijo de Cortés). Bunbury acierta en sus medios tiempos, Más alto que nosotros sólo el cielo, Los inmortales (con claro sabor a Flamingos), o la elegantísima Miento cuando digo que lo siento.
Tampoco falla cuando se viste de cuero y saca el látigo, Destrucción masiva o Habrá una guerra en las calles funcionarán y crecerán en directo, Los Santos Inocentes llevan ya los discos y giras suficientes para ser considerados una grandísima banda. Bunbury no ha roto con su pasado, es más lo ha metido todo en el mismo saco y se pueden observar las raíces latinas de Licenciado Cantinas, el rock and roll de Hellville Deluxe, el intimismo de Las Consecuencias y la épica de El tiempo de las cerezas. Mar de dudas suena a clásico, Plano Secuencia a himno (genial Puritani) y Todo hará llorar a más de un corazón que siente que está fuera de sitio.
Un disco largo, difícil de digerir pero con el aroma de la belleza estética, con una producción de matrícula de honor y con unos arreglos a la altura de los más grandes. Un paso más en una carrera que despegó hace años y se mantiene constante, sin averías pero sin la velocidad de la luz que adquirió en otros discos. El artista se arriesga, alza su voz, ahora nos toca a nosotros arrancar los adoquines del suelo y mejorar nuestra puntería.
Stabilito, D.
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