De vez en cuando surgen grupos cuyo objetivo transcendental es destrozar la calma, el sosiego, la paz. Y lo pretenden hacer con el ruido y la agitación, con el poderío del caballo desbocado, con el enjambre de abejas agitado por el bate de béisbol. Los Bengala son eso y bastante más, es inevitable imaginarse a un primate fornicando con desenfreno hasta el amanecer cuando les escuchamos. Su historia también se ha escrito a ritmo frenético pues su vida tiene apenas un año, pero qué es el tiempo en un lugar donde las pasiones son lo importante.
Les podrán definir como garage, punk rock o váyase usted a saber, Los Bengala y su Incluso festivos es un ejercicio de sudor, de rabia, de rock, del grito de un animal en pubertad que quiere desfogarse. Y sus canciones son todas directas, sin remilgos ni espacio para la reflexión, con la lírica de la madrugada del sábado, dejen a Tolstoi para otra ocasión. Un directo (hostión, hablando en plata) en la mandíbula, imposible tenerse en pie, imposible permanecer pasivo. Hits como No hay amor sin dolor, Sé a dónde voy, Jodidamente Loco o Ataco se mezclan con cortes más pausados como la stoniana 65 días (imposible no acordarse de Paint it Black) u otros más tribales como Aaah.
Un trabajo compensado, directo y con un sonido que permanecerá en las retinas de la audiencia. Una obra que no tiene sentido sin la plasmación de un directo que promete, cuanto menos, romper caderas y fracturar tobillos. Los Bengala han venido para quedarse, lo quieras o no.
Stabilito, D.
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