Ponerse de nombre el título de uno de los álbumes más influyentes del rock para servidor es toda una osadía. Quizás por eso todavía no me había adentrado en el universo propuesto por la banda oscense. The Black Crowes y su Amorica reventaron mi cabeza, y la de muchos más, hace unos cuantos años, pero Amōrica (el grupo) no se quedan únicamente en el rock sureño de los americanos. Sumergiéndose en los 70 y saliendo a tomar aire en algún punto de los 80 y de los 90, los de Huesca ponen el rock-glam en primera línea del panorama con su nuevo disco, La nueva carne.
Y es que tras la muerte del mito ya solamente nos queda refugiarnos en el recuerdo y en el legado. Temas como Aquellos años, Bajo el Sol (con un estribillo de los de época y con sabor a Ringo) o Radio y Dj hacen que echemos de menos a Sol Lagarto y a Tequila, a Lou y a David y ¡coño! a los aullidos de Marc Bolan. Un señor disco, cañero cuando lo pide el cuerpo y pausado cuando demanda el alma, en el que los medios tiempos dominan la distorsión.
El discurso de Anxel suena sincero y elaborado, sin caer en discursos ni estereotipos pero sin dejarlos de lado. Un término medio que sacia la sed de sangre del oyente más macabro. Estamos bien dotados en Aragón y es que la lista de feligreses del rock es larga y no tiene fin. Amōrica nos enseñan que la nueva carne está preparada para ser servida una y otra vez. Nos prometen buenos tiempos en la carretera y en los escenarios y eso es algo por lo que no es necesario pactar.
Stabilito, D.
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