Voyeur llevan ya más de una década en esto del rock n’ roll, tirando de oficio y de canciones para mantener a flote una muy coherente carrera, con toda la dificultad que eso conlleva hoy en día. Ese oficio es el que ellos han logrado aplicar todos estos años a su trayectoria, lo cual les ha llevado a editar varios discos de estudio, a cambiar de concepto y de formación en varias ocasiones y, sobre todo, a ofrecer decenas de magníficos conciertos. El último de ellos el pasado viernes en la sala King Kong de Zaragoza, un concierto en que desplegaron todas sus armas y en el que se hicieron acompañar de un buen puñado de amigos y músicos invitados. La banda la forman siete componentes y no sobra ni falta ninguno; se trata de una máquina perfectamente engrasada para facturar píldoras de rock n’ roll en castellano en forma de canciones redondas. Con Yago Alonso al frente como cantante y compositor principal, sus canciones presentan un sonido cercano a los clásicos del rock en nuestro idioma, pero con un punto más americano desde que hace algunos años decidieron darle un golpe de timón a su propuesta y sonido, encaminándolo hacia los USA y hacia un sonido fronterizo que los emparenta también con grupos de aquí como Más Birras, Los Secretos, Los Rodríguez o Antonio Vega. Abrieron con “Que suerte la mía”, “Cierzo y “Nacida para correr” antes de dar paso a los primeros invitados de la noche: Petuco de Mama Kin, Mariano Gil de Tako o Silvia Solans fueron algunos de ellos, nombres de altura dentro del rock aragonés que pusieron la guinda a una noche memorable. Con un sonido muy limpio y cuidado –un 10 a la sala King Kong-, cerraron el show con su tridente infalible: “No va más”, “Pearl Harbour” y “Dueño de mi destino”, con un aire a Bob Dylan que engancha a la primera escucha. La máquina sigue engrasada y los siete “voyeurs” se entienden con sólo mirarse, con una sonrisa, con un gesto. Esto es, sin duda, el éxito en el rock n’ roll: conseguir una banda con la que seguir facturando estupendas canciones y sudorosos conciertos mientras se sonríe al hacerlo. Larga vida.
Texto: Alejandro Elías / Foto: Serafín González