El pasado sábado se puso el broche final a la 25ª edición del festival Pirineos Sur con el concierto del músico aragonés más universal, Enrique Bunbury.
La expectación era máxima y el ambiente previo al esperado momento dejaba entrever las ganas de todos sus seguidores por verle en acción. Por la tarde, en el escenario de Sallent de Gállego, hubo un previo en forma de concierto de versiones a cargo de varios músicos y solistas como Jesús Viñas, Javier Mozota, Carlos Sobreviela, Iskiam Jara o Alicia Canguera, que facturaron unas excelentes adaptaciones del cancionero de Bunbury para calentar el ambiente.
Ya desde el Auditorio Natural de Lanuza y minutos antes de las diez de la noche, la fila de acceso era interminable. A las diez y veinte salieron por fin Los Santos Inocentes seguidos por un Enrique Bunbury ataviado con sus reconocibles gafas de sol y vestido de traje y chaleco. «Iberia sumergida» fue la primera canción y la adaptación de este tema de Héroes del Silencio encendió la mecha de todos los aficionados, que ya no se apagó en toda la noche. Continuó el maño desgranando las mejores canciones de su repertorio, tanto en solitario como con un antigua y famosa banda, tal y como las grabó en su último disco «El libro de las mutaciones». Hubo momento para temas menos conocidos y que sorprendieron a su público más exigente, como «Dos clavos a mis alas» o «Ven y camina conmigo». Pero fue sin duda con canciones por todos reconocibles como «El extranjero», «Infinito» o una estupenda versión de «Maldito duende» con las que se metió al auditorio de Lanuza en el bolsillo. En este momento saltó la alarma: Bunbury confesó que arrastraba un catarro monumental desde comienzos de semana y que quizá había sido un error salir al escenario esa noche. El público helado y Enrique desvaneciéndose entre las luces en dirección al camerino. El concierto, por el momento, se había terminado apenas una hora después de comenzar. Pero al parecer se lo pensó dos veces, sacó fuerzas de donde no las tenía y, con un empeño digno de admiración, volvió tras sus pasos a terminar lo que había empezado. Con «Lady blue» el delirio y las lágrimas se fundieron en los rostros de sus fans, que se entregaron desde ese momento, como el anfitrión, en cuerpo y alma. «El rescate» y «La chispa adecuada» pusieron fin a la primera tanda de bises y aún le dio tiempo de rematar la faena de manera inmejorable, saliendo una segunda vez a ejecutar «Los habitantes», «De todo el mundo» y cerrar con «…Y al final», poniendo así el broche de oro a una noche memorable a la par que incierta. Por suerte, todo se resolvió bien y Bunbury volvió a dar cuenta de su estatus de artista todoterreno, tanto en el plano artístico como en el personal, entregándose al 100% incluso no estando en plena forma.
Un final perfecto para un festival necesario y que cada año suma más asistentes. Larga vida a Pirineos Sur.
Texto: Alejandro Elías / Fotos: Javier Blasco