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El Círculo tiene todos los requisitos necesarios para convertirse en una obra maestra. Digamos que cumple todos los puntos de las magnas creaciones, de las que quebrantan las líneas del tiempo para establecerse en la historia. Son puntos polémicos que maravillan a unos y aterran a otros, que sin saberlo acaban cayendo en sus redes con las escuchas. El Círculo es el regreso al rap puro y duro de Kase-O después del sobresaliente invento del Jazz Magnetism. Javier Ibarra, ídolo local, nacional y universal, vuelve al micrófono y lo hace como si fuera una bicicleta, lo bueno nunca se olvida.
Kase-O es como Jordan en su segunda avenida con el 45 en la espalda, es el regreso triunfal del hijo pródigo. Y lo es porque El Círculo encierra tesoros en forma de versos, cualquier línea escrita por la diestra del de La Jota puede salvar vidas en las noches más oscuras.
Kase-O se programa su eutanasia para luego renacer más fuerte y sabio y coronarse como el rey del hip-hop. Y lo hace con canciones de las que remueven las entrañas. En el caso de servidor dos son los cortes que le han rejuvenecido y le han llevado a las cintas de casette de los 90: Viejos Ciegos (con Hate y Xhelazz) y el Rollo siempre presente y Basureta (Tiempos Raros) quizás la mejor canción escrita en los últimos 30 años en estos lares. Ibarra interpreta su propio papel, revive su vida, de litros, de porros, de influencias varias, de aceras pegajosas, de chicas malas por listas y de fraternidad controlada.
Deja momentos para el coro público, Esto no para, Mazas y Catapultas, ejercicios de dominio y autobiográfico como Yemen o Guapo Tarde y hasta experimenta con el pop más propio con Mitad y Mitad (Najwa nació para cantar esta canción). Un disco hijo de su tiempo que traspasa mentes y se las folla. Rumba siempre presente y las auto-referencias a Violadores del Verso (vuelvo al ejercicio en Septiembre, qué coño busco ciego). Esperemos que no sea el último disco de Jodeculos Ibarra porque no queremos ser huérfanos de la mente más brillante de su generación. Zaragoza sigue viva gracias a su gente, abramos oídos y ensanchemos almas.
Stabilito, D.
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