Cinco minutos de retraso, previo aviso y un pulso largo en el interfono. Se acerca la larga figura de Álex Ortega, reconocible silueta del cantante de Calavera. Viene con disco bajo el brazo, en vinilo siempre, aun preguntándonos el porqué de tan intrépida faena. “La gente normal no conoce a Vetusta Morla” frase lapidaria que sale en la conversación. Cierto, como que el Cierzo sopla con fuerza en esta ciudad; hay que decir que nosotros tampoco conocemos a los héroes que inundan la mayoría de emisoras de la Frecuencia Modulada. Eso es un empate técnico.
El disco es lo que importa. Las canciones por encima de todo. Pop. Y lo decimos con fuerza Pop, y remarcamos la mayúscula porque siempre se intenta denostar un término que da y quita con la misma presteza. Exposición va a ser la presentación del grupo a nivel nacional, diez canciones que marcan la evolución de Calavera hasta lo más alto. Y sí, son diez, porque creemos en la perfección, en el sobresaliente, en la matrícula de honor y en los discos con dos caras para degustar el alzamiento y el descenso de la aguja. Carasueño ha ganado peso en el grupo y se ha transformado en el “quinto Calavera”, en un George Martin, en un Tony Visconti pero con su sello personal, el del sonido limpio, lleno de matices y de deliciosas imperfecciones. Comenta Ortega la importancia del esfuerzo, el oficio de artesano que mima la pieza y no la da por acabada hasta el segundo anterior a la entrega. “Ahora damos mucha importancia a la melodía, antes una palabra llevaba a otra, ahora pensamos las canciones”. Y me estremezco al escuchar un razonamiento tan lógico como inesperado: pensar las canciones. Lejos de las musas, lejos de la suerte: el trabajo.
Una ilustración metafórica y onírica, obra de Mercedes Bellido, luce perfecta para adentrarnos en el universo de los zaragozanos. La primera escucha sorprende, la segunda deja un regusto a canela, la tercera es la tela de araña. Escuchamos a Prince, a Phil Collins, a Michael Jackson y no dudamos en llamar a The Police y a Mecano, porque los ochenta volvieron mucho antes de Stranger Things y porque la melodía tiene que ser lo primero. Esqueleto es el primer derechazo, huele a single aunque decidieron guardarlo en la manga, lo define como un centro-chut convertido en golazo. En Las Gaunas o en La Romareda, golazo en ambos estadios. Las palabras de Álex suenan directas a pesar de sufrir por salir de su espesa barba, ahora el sintetizador es su compañero de composición, dejando a un lado la guitarra, y eso da muchos más matices. Cuenta que Ignacio Pérez anda “un poco enloquecido entre tanto cacharro” y eso dificultará los directos. El Auto-tune se presenta como un elemento valiente y moderno que encaja perfectamente en una canción que lucha por ser bandera. La batería de Iván Fanlo me recuerda a la de Hall 9000 de Piratas y me pongo muy pesado, también con Relax, disco estrella de los gallegos.
Atlas es puntera, punk, un gancho ganador. Inicialmente se llamaba Loop pero el sentido político la transformó en algo más global. Porque vivir en este siglo XXI y no quejarse es de perdedores. Minuto y pico. Suficiente. La joya oculta (aunque no en los gestos del compositor) es Tres, por razones más que evidentes. Un vals con Sting queriendo colar un pasodoble. Una canción de amor al amor. Es en este punto cuando me doy cuenta de lo fácil que es que una canción te deje de emocionar, hay que luchar contra la rutina, hay que emocionarse, joder. Y Tres es una de esas canciones salvavidas que hacen que tus pies se muevan inquietos y que los músculos de tu cara jueguen a recordar.
Sobre todas las cosas se creó con la guitarra de 12 cuerdas de Carasueño y nos recuerda a lo que quiso hacer el primer The New Raemon, “ahora ya no compone igual” confirmamos los dos. Dos partes diferenciadas con estribillo potente (y ojo que recuerdo a los Coldplay de Viva la Vida y sé que alguien me querrá matar). Una canción religiosamente corta que deja el camino allanado para que Tras el Cristal rompa con fuerza y haya que cambiar la cara del vinilo. Las Redes Sociales, tan fundamentales como peligrosas, tienen presencia en un corte que huele a himno y en el que los arreglos se convierten en la pieza clave. Hablamos de esa maravilla que es Shields de los Grizzly Bear (¡vaya! Otro disco con diez cortes). Una primera cara demoledora, sin fisuras.
Relata Álex que la canción Museo antes se llamaba Exposición pero que decidieron darle este nombre al disco cuando vieron en la RAE todos los significados. Era perfecto (exponer, explicar un tema, presentar públicamente algo con fines culturales, etc). Andrea Levy y sus amoríos tienen su momento salsa rosa pero la escucha requiere tanta atención que tenemos que volver al inicio. Es pues, Museo, un tema importante como todos los iniciales de las caras B de los vinilos. Un riff sintético que predomina en los versos de Laura Elías, por primera vez musican un poema, creo que no será la última. Desfiladeros suena alegre a pesar de adivinarse cierta tragedia en sus textos, los sintetizadores radicalizan la propuesta de Calavera y la hacen muy distinta de sus anteriores EPs. Me acuerdo del Barco a Venus de Mecano, no ando desencaminado, Álex se declara fan.
En Cielo Nocturno sale a relucir el domador de elefantes pero eso ya es otra historia que quedará con el café. Miranda (Crazy Jane) introduce la temática del comic Doom Patrol con colaboración de Isaac Moreira a las letras (algo que ya realizaba en Kyoto). Tema que inicia el descenso final y que anuncia que romperá razonamientos a cada escucha. No hay tema menor, todos tienen su Biblia y están inundados de arreglos huyendo de la inmediatez. Algo lógico en un disco que ha tardado tiempo en salir a la luz. Y es ahí donde reside el triunfo de Exposición, en el ritmo calmado, en el detallismo, en El entierro del Conde Orgaz y en que cada escucha será diferente. Y eso es algo que en estos días pocos discos tienen. Lógicamente salen a la luz los Rufus T. Firefly y las ligas dentro de la música independiente. Todos nos alegraremos cuando Calavera se consolide en el circuito nacional y vayan a más. Con La vuelta a Casa vuelvo a nombrar a Piratas y a su Relax, y me acuerdo de que es uno de los discos preferidos de Jorge Morgan y de que nuestra generación ya no cuenta con casi representantes en el panorama musical, demasiadas bajas en el campo de batalla.
Exposición es un disco que marca el inicio de algo grande, un punto de inflexión que solamente hubiera mejorado con un troquelado en la portada (por pedir). Y a pesar del miedo a grabar las voces el resultado es un órdago ganador. La luenga barba de Ortega se muestra satisfecha con su criatura, algo lógico. Ahora no puede pensar en componer más, ahora toca defender a capa y espada un disco que se defiende solo y que es capaz de reactivar el derrotado indie patrio. Nosotros juramos que volveremos a las noches, que nuestras zapatillas aún tienen mucho barro que pisar y que nuestras rodillas pueden aguantar saltos de altura ilimitada. Seguimos vivos.
Stabilito, D.
[email protected]