Miércoles en Zaragoza. Cualquiera diría que los programadores de Big Star y de Sweet Caroline se han vuelto locos. Pero no, en ocasiones especiales se alinean los astros y suceden cosas maravillosas como que Mark Lanegan venga con todo su potencial a Las Armas y a tan solo 800 metros Marc Ford esté repartiendo guitarrazos en el Rock and Blues. Algo espléndido para una ciudad que trató a los eventos como se merecían. Nosotros nos decantamos por el de Ellensburg, no pudimos verle en sus anteriores visitas y ante la muerte de Cornell hay que respirar el mismo aire que nuestros ídolos de los noventa mientras sea posible.
Vero Mezcal calentaron los motores antes de que la banda principal, aparentemente, probara sonido. Poco importó, el concierto avanzó como debía y la atmósfera creada, tanto física como sonora, fue la ideal. Lanegan, secundario en la escena de Seattle de los 90, se irguió como uno de los estandartes. Con su sobriedad y su hieratismo característico apareció en la sala como una figura fantasmagórica de un pasado mejor. Luces rojas, negro riguroso y la oscuridad absoluta apoderándose de la ciudad. Todo ello preparado para centrarse en noventa minutos de canciones incontestables con una banda más que preparada para la ocasión. Todos perfectos en sus parcelas para construir un muro que ríete tú de los alemanes.
Gargoyle y sus canciones siguen la senda marcada por Blues Funeral, un rock pesado, lúgubre y arrastrado, cercano en ocasiones al stoner pero acelerado cuando se lo propone. Lanegan pegado a su pie de micro como si tuviera miedo a conectar con el mundo real y a perderse entre la distorsión de sus guitarristas, las programaciones o los sintetizadores más ochenteros. Canciones como Death’s Head Tattoo, Nocturne, Behive, Emperor, The Gravedigger’s Song, Oda to Sad Disco o Riot in my house se mezclaron con grandes éxitos de la carrera del ex Screaming Trees como Hit the City o Metamphetamine Blues y la audiencia tan contenta.
Hasta la versión de Joy Division de Atmosphere sonó a delicia para los asistentes que llenaban el recinto. Hora y media de electricidad que se hizo perfecta para los intereses de unos y otros. No hizo falta ni una mención a Chris Cornell para traer el espíritu de Seattle a la Zaragoza del 2017. Y hoy, el sol ha salido de nuevo y el negro se ve un poco más gris. Seguimos en las trincheras.
Texto y fotos, Stabilito, D.
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