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¡Ey motherfuckers! Monotone han vuelto a la carga. Los zaragozanos recargan la energía más brutal con Veta, ansiado desde el conocimiento del grupo. Y es que en estos tiempos de pérdida de ídolos en el rock, mediante suicidios físicos o artísticos, es necesario reivindicar un estilo que maltrata y repara los cuerpos. Encajados en los 90 y en los primeros años de los dos mil, Monotone tienen clara su propuesta: ritmos progresivos, funks, melódicos y agresivos cuando se tercia liderados a la perfección por la personalísima voz de Francho Pérez que pone la guinda al pastel del power trío y que roza la supremacía con la producción de un Guillermo Mata en estado de gracia. Referencias clave: Tool, Soundgarden, A perfect circle y toda la onda sonora que clama a la tormenta y a la calma. Canciones como Cómpramelo suenan descaradamente modernas, como si Zaragoza fuera el ojo del huracán y el resto del planeta girase sobre nuestras salas. La mitad de la mitad toca directa a las entrañas y Victoria recuerda que el blues a pesar de los artificios sigue siendo la música del alma (y si huele a napalm por la mañana agranda los apellidos). Textos muy cuidados (aprendan grandes nombres de la escena) y una propuesta coherente toque los palos que toque. Calamidad recuerda a Wasabi (ese pop-rock bien hecho a principios de la década anterior) y a otros grandes grupos en los que la canción realmente era la meta, la excusa. Coma se arrastra entre lo desértico y la psicodelia, siempre acompañado con el vaivén de unas guitarras pausadas e inteligentes. El cuadro que compone Monotone es realmente abstracto, como una vomitona de melancolía, como la resaca más dulce, pero resaca al fin y al cabo. Con la “soundgardiana” Después de nosotros y con la progresiva Festival Estival se cierra este Veta que requiere oídos para cumplir el papel protagonista que demanda su creación. Monotone vuelve a dar alegrías a la parroquia rockera tan necesitada en estos días insulsos. ¡Prendan fuego a sus estéreos!
Stabilito, D.
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