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Desde 2008 Carbonell no había vuelto a grabar un disco de estudio. Un CD con nuevas canciones. “El carbón y la rosa” supone el trabajo lento y masticado de todos estos años en los que, sin embargo, no ha permanecido ocioso. Ha publicado algunos libros, canciones sueltas, y participado en un nuevo grupo, Los 3 Norteamericanos, con David Giménez y Roberto Artigas.
“El carbón y la rosa” debe su título a un libro de Concha Méndez, una escritora de los años 30 que hubo de exiliarse en la guerra civil y sufrir, no solo el dolor del destierro, sino la mengua de su popularidad como escritora, eclipsada por la efervescente presencia de los poetas del 27. Concha fue, durante cinco años, novia de Luis Buñuel.
Este disco quiere ofrecerse a todas aquellas personas que han colaborado en su elaboración, pero también a tantos amigos y seguidores que en estos años han mantenido su afecto invariable. Conocidos y anónimos. Grabar discos supone hoy en día un esfuerzo titánico, no solo porque con la (casi) desaparición de los puntos de venta, es difícil llegar al aficionado, sino porque la música ya se ofrece en otros soportes, muchos de ellos gratuitos. Seguimos creyendo en el CD como envoltorio para crear obras completas, obras conceptuales, donde el orden de las canciones no es aleatorio.
Y destacar por último una curiosa anécdota, fruto de esas premoniciones que a veces asaltan a Carbonell: con Txabi Beroitz quedaron un lunes para realizar las fotos para el disco y Joaquín apareció todo vestido de negro, sombrero incluido. Txabi le comentó que aquello era muy “estilo Cohen”. En efecto, lo era, y en el fondo nadie sabía por qué había sentido ese impulso de vestirse tan oscuro. El jueves siguiente supimos que Leonard Cohen había fallecido, precisamente, ese lunes en que hacían las fotos.
