Mucha expectación existía en Zaragoza de cara a la visita de Lagartija Nick el pasado viernes a la sala López. Es una banda muy querida en nuestra ciudad y así se pudo comprobar con la magnífica respuesta de público, que prácticamente llenó la sala del otro lado del Ebro. Como invitados, la banda granadina llamó a sus grandes amigos zaragozanos El Hombre Lento, la banda de los hermanos “Páramo”. Una apisonadora sónica de muchos quilates que arrasó literalmente con su potente directo, fidelizando aún más a sus adeptos y convenciendo a los que no les conocían. Sus canciones, su sonido, su actitud,… todo en ellos es excitante. No en vano, sus cuatro componentes son músicos de dilatada trayectoria en Zaragoza e integrantes de mil y un proyectos diferentes que solventan con inmejorable nota en el arte del rock and roll. Carlos Páramo, desde su batería, empuja como nadie al resto del cuarteto que va desgranando una a una las mejores canciones de sus tres discos editados, poniendo especial atención en las de “ZaZa”, sin duda su mejor trabajo. “Libre de Ghettos”, “Morir antes de morir” o “Las Antípodas” siguen haciendo las delicias de sus aficionados con esa mezcla irreverente de poesía maldita, rock sucio con sabor a malas semillas y ritmo trepidante. Aprovecharon para estrenar dos canciones nuevas, una de ellas llamada “Tengo el diablo en mi”, hecho que prueba que siguen más vivos y activos que nunca. Tras ellos, Lagartija Nick al completo sobre las tablas de la López. Eric Jiménez, Antonio Arias y compañía preparados para descargar todo su potencial sobre su fiel público aragonés, que acudió en masa a la llamada de los granadinos. Desde el comienzo del show, el sonido y la actitud de la banda fueron inmejorables. El repertorio tampoco dejó nada que desear, con los hits habituales del grupo pero haciendo hincapié en su último disco “Crimen, sabotaje y creación”. Canciones como “La leyenda de los hermanos Quero” o “El teatro bajo la arena” pusieron patas arriba la sala, casi más que muchos de sus pasados éxitos. Esto prueba, sin duda, que se trata de un grupo de culto, de esos que cuentan quizá con un número no excesivamente elevado de fieles pero que aquellos que sí lo son, lo son a muerte. Con varias dedicatorias a su fallecido hermano Jesús Arias, guiños al imprescindible Omega junto a Enrique Morente y referencias incesantes a la cuidad de Granada, Antonio Arias ejerció en todo momento de maestro de ceremonias, causando un impacto poderoso en toda la audiencia. Y es que el mítico Antonio posee un carisma innegable, una de esas cualidades que pueden comprarse ni venderse. Con himnos como “Nuevo Harlem” –con Edu Baos al bajo como invitado estelar-, “Strummer-Lorca” o “Satélite” –con la que cerraron- los andaluces dejaron a su paso un grandísimo sabor de boca en Zaragoza y las ganas de verlos de nuevo muy pronto.
Texto: Alejandro Elías