Con la tontería han pasado ya cinco años desde que supe de la existencia de Rufus T. Firefly (Groucho aparte). Fue Álex Elías el que me puso en candela, no entendía porqué no estallaba la cosa y encabezaban todos los festivales. Al día siguiente compré su disco Ø y me hice fan radical de la banda de Aranjuez, incluso meses más tarde llegamos a telonearles y Víctor, grande donde los haya, colaboró con un especial Bowie en ese magnífico podcast que es Desayuno con Vinilos (espacio libre de spam). A día de hoy Rufus T. Firefly siguen con el mismo espíritu, el del verano del amor, el del rock más psicodélico, pero han aumentado su tamaño hasta cotas inalcanzables. Todo ello a base de trabajo, de concierto a concierto que diría el Cholo si el asunto musical se debatiera sobre el verde.
Ahora copan festivales y salas, la justicia poética sabe tan bien como su nombre indica. El Polifonik es uno de los múltiples festivales que hacen que los conciertos en salas amanezcan como especies en extinción. Todo cambia pero sigue igual, no sé si saben a qué me refiero. El llevar grandes nombres de la música actual a Barbastro es algo digno de loas y de hurras, ¡joder! De abrazos. Y cuando se hacen las cosas bien hay que gritarlo. El caso es que Rufus T. Firefly abrieron una serie de conciertos para presentar el festival en la capital aragonesa. Nada menos que en una cuna del arte como es el Museo Pablo Serrano (aunque algunos piensen que se trate de Mazinger Z esperando a entrar en acción). La banda lisérgica no pudo tocar al aire libre debido a la climatología pero la papeleta se resolvió con lógica presocrática y el vermouth de canabis entró como la seda, al igual que la propuesta del grupo de moda (pocos, muy pocos de los asistentes creyeron en la oferta de Cebrián & Oriz cuando inundaban de música La Ley Seca).
Tsukamori rompió el blanco de la sala para saciar la sed de sangre del público asistente. A través de los baquetazos de Julia y de los textos lisérgicos de Victor, siempre apoyados en una segunda fila de sobresaliente entre los que destacan el siempre presente Miguel de Lucas al bajo. Nueve y Magnolia se perfilan como la única opción de los madrileños a la hora de enfrentarse a los directos, son los discos que más han calado y hay que aprovecharse. Hits como Pulp Fiction, Cisne Negro, Nebulosa Jade< o la discotequera Halcón Milenario hicieron que mayores y pequeños (mucha presencia infantil debido al horario) disfrutaran como locos del directo. Hubo hasta tiempo para presentar una nueva canción con aires de Black Sabbath que formará parte de la segunda parte de Magnolia. Y entre guitarrazos, programaciones y guiños a Radiohead y a Led Zeppelin fue transcurriendo la escasa hora de concierto (breve pero intenso) que terminó con Río Wolf y el recuerdo obligatorio a Jeff Buckley.
Rufus T. Firefly nacieron para gobernar el mundo con amor, psicodelia y actitud y tarde o temprano todos caerán en las harmonías del flautista de Hamelín. Somos multitud, somos legión.
Texto y fotos, Stabilito, D.
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