Zahara. Las Armas, 25/1/19. Por Stabilito, D.
Zahara. Las Armas, 25/1/19. Por Stabilito, D.

CRÓNICAS: Zahara. Las Armas, Zaragoza 25/1/19. Por Stabilito, D.

Pura astronomía, círculos concéntricos, satélites, estrellas, cometas y acordes. Un género en sí mismo, el Major Tom flotando en el espacio sideral mientras la Tierra acelera a treinta kilómetros por segundo para alcanzar a Valentina Tereshkova tarareando Starman mientras cuenta los anillos de Saturno. Con todos estos elementos y una sala a reventar se presentó Zahara en una ciudad que conoce de sobras (recuerden sus visitas a La Campana de los Perdidos, íntimas y personales, o la no tan lejana a la Sala López) y que poco a poco le ha ido cogiendo el tacto a la artista de Úbeda. Astronauta es un disco que habla por sí mismo, canciones tan personales como la voz de la jienense y atmósferas propicias para estar con el corazón en un puño.

Y es con esta última creación con la que combatió Zahara en la fría noche zaragozana; canciones como David Duchovny, Multiverso, El Fango o Inmaculada Decepción comenzaron a dar color a una sala que no dejaba ningún espacio sin alma. Con escuderos de lujo como Manuel Cabezalí (Havalina) y Martin Perarnau IV (Mucho) es fácil salir airosa apuntando canciones mayúsculas como Big Bang o Guerra y Paz (en el disco con Miguel Rivera y Santi Balmes). Que la televisión pública dé un empujoncito al público masivo no es malo aunque nos joda el descubrimiento, esto es así. Y si con ello se rescata una canción como Con las ganas, el experimento nuclear merece la pena a pesar de las consecuencias.

Y es con un poco de aquí y otro de allá como la noche se torna en algo mágico, una reunión de amigos en el que la que lleva la voz cantante es la que empatiza y suelta la verdad en el rodeo familiar. Todo adornado con agudos imposibles y tendencias ochenteras. Y sí, hubo espacio para la lascivia (Camino a L.A.) y también para la risa (Adjunto foto del Café Verbena) pero todo con el buen gusto del artesano y el perfecto sonido de una sala referente.

Plata o plomo y guiños a la lírica italiana. Sudor, baile y desenfreno en un público heterogéneo (to the max) que, con los altibajos propios del somardeo aragonés, culminó la velada entregándose a Zahara en la atemporal Hoy la bestia cena en casa. Y al final, lágrimas, sonrisas y una noche joven. Porque al fin y al cabo la música es lo único que nos mantiene en la superficie.

Stabilito, D.
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