Es de muy valientes el defender a capa y espada tu obra frente a las masas. Tienes todas las de perder y aun así corres el riesgo por defender lo más importante: la creencia en uno mismo. Love of Lesbian tienen la experiencia propia del héroe homérico, han batallado en cientos de festivales y su extenso camino les ha llevado siempre al podio. Además, la lírica de Santi Balmes (auspiciada por el mismísimo Joan Manuel Serrat) es merecedora de segundas y terceras oportunidades ya que uno puede perderse y desaparecer para siempre en su bosque de palabras.
Con Espejos y Espejismos lo que pretenden los catalanes es acordarse de aquellas canciones mayúsculas que, ya sea por el paso del tiempo o por el estribillo poco o nada coreable, cayeron en el último cajón de la mesilla del desván. La Sala Mozart se llenó de cajas de cartón, de títeres, de titiriteros, de sombras chinescas y de luces tramposas, todo ello bajo la batuta de un Balmes en estado de gracia.
Y es que el mundo del barcelonés es difícil de captar cuando las multitudes se empeñan en rasgarse las vestiduras y empuñar sus aplausos al son que marca el himno de turno. Canciones como En busca del mago, Voy a romper las ventanas, Carta a todas tus catástrofes, Los días no vividos o La parábola del tonto, apenas tienen hueco en los setlists veraniegos de la banda. Y, en la noche de ayer, el que no supiera este dato dudo que disfrutara del íntimo espectáculo.
Aunque también hubo espacio para canciones como Segundo Asalto (con un Julián Saldarriaga inspirado en su discurso), Un día en el parque, Océanos de Sed, Oniria e Insomnia o Planeador que saciaron la sed del canto colectivo. Y todo ello aderezado con peticiones de matrimonio ausentes, el Cierzo zaragozano, un cumpleaños de altura, tatuajes familiares y algún alma pura que consiguió verles teloneando a The Cure cuando la causa lesbiana no era tan seria. El telón se fundió en negro a la espera de algún acorde menor que nos haga recordar los días no vividos, Love of Lesbian nos ganaron para su ejército hace tiempo y saben cómo alimentar a sus filas. El viento del Sur ya no quema tanto.
Stabilito, D.
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