GRABACIONES: Crisálida – Montañas (Delicias Discográficas, 2019). Por Stabilito, D.

Hacía bastante que no coincidía con Alejandro Castro, alma de Crisálida y una de las piezas clave de la noche rockera maña. Hacía mucho, demasiado. En estos meses la vida nos ha dado un vuelco y hemos tenido que aprender a aprender por diferentes motivos. Le encuentro enfrascado en un cambio vital con Martha como nerviosa testigo y pintura blanca manchando su faz. Alejandro está cambiado pero sigue teniendo el ímpetu y, sobre todo las ganas de revolución. En ese estado permanente, su longevo grupo se encontró con la posibilidad de utilizar el Laboratorio Audiovisual de Zaragoza y allá que se fueron con sus nuevas creaciones.

Montañas porque es un lugar común de varias canciones y porque siempre han estado presentes en el imaginario de Castro, tal vez influencia de sus raíces peruanas, tal vez sean los aires del Moncayo o el siempre presente Pirineo. El caso es que la Intro (hacia las montañas) con ligero aroma a Kula Shaker (uno de los must en las sesiones de Alejandro) nos introduce a una obra que sube y baja el ritmo sobre la roca maciza. Sísifo, por el doloroso mito, mantiene un ritmo pesado, zeppeliano en ocasiones. Cuenta que Santi Aguado grabó dos baterías simultáneas a lo Bonham. Suena deliciosa. El reto de lo salvaje, de enfrentarse a la naturaleza y, por ende, a uno mismo sigue con Otoño, de aires stonianos, muy americana. En su sonrisa noto que es la que más le convence y no se disculpa al airearlo en su discurso. Además contiene referencias locales (Ebro, Cierzo…) algo que echamos en falta en la mayoría del cancionero zaragozano por no sonar todo lo moderno que debería.

Castro sube y baja del piso pero pone atención en cada gesto y en cada palabra. Patalea y lleva el ritmo de cada estrofa,estribillos y solos, como el que se marca Luis Esteban a lo Allman Brothers. Una canción circular que empalma directamente con la lluvia final de la estación para dar paso al Invierno de Salvaje (el concepto estacional muy marcado). De Salvaje todo está escrito, Crisálida se ha dado el gusto de regrabarla con un tempo más lento y pesado, con un órgano a lo Manzarek y llevada hasta el extremo de duración. Pero ¿quién decidió la norma de los tres minutos?

El pico de la montaña, la cumbre borrascosa llega con Nueva Era, diferente tono, diferente voz principal. A Cris Alonso ya la está conociendo la ciudad con sus Endorphin Shot, el carisma de Janis, la locura de Patty y el alma de Nina. Un regalo muy funky cubierto de metales. Según Alejandro, la base la tenían Luis y él hacía años, había que recuperarla. Un rollo Stone Roses matizado con coros a lo Wild Side de Lou Reed. Un corte totalmente espídico que parte el disco en dos.

Rey Sol, con toque Harrison en la armonía, suena progresiva y épica, con un estribillo marca de la casa en la que el mantra y la rapsodia se unen. Una bajada a lo I Want You, una batería bestial y un solo del que Joe Perry estaría más que orgulloso. De reyes a tiranos es la manera que tiene Crisálida de acordarse de la figura de los galgos, nadie decide el porqué de una canción y todas son importantes, la conversación deriva en Elvis y Jane’s Addiction, en Santana y en la faceta más divertida del grupo (recuerden sus colaboraciones con el colectivo Malavida). Una vez más el repaso a todos los continentes del rock se hace presente en Montañas. Llega la sorpresa con el country Apocalipsis interpretado por Luis Esteban en su faceta más Cash con un cambio a menores marca de Castro, suena pedal Steel y los amantes de lo norteamericano tienen chicas por las que llorar.

Con La Piedad, quizás la mejor creación de Alejandro, llega el tren a la estación. La mano de Jesús Trasobares se nota y llama a la puerta el mejor glam de Bolan. La explosión final enlaza con el momento más tierno de la grabación. Imaginen a Raquel Alonso tocando un piano de cola a micro abierto y llorando emocionada con el resultado final. Esa imagen, la portada de Lorena Cosba y muchas otras cosas hacen de Montañas una obra especial, cálida y con momentos sobresalientes. El valor local sigue presente en los vaqueros de un cowboy que tiene muchas balas en su recámara. No canten al duelo.

Stabilito, D.
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