Una vez al año, Cuti Vericad ofrece dos días de conciertos en La Campana Underground, uno en viernes y otro en sábado. Siempre ha colgado el cartel “No hay entradas” y este año, a pocos días de esta cita ineludible, lo ha vuelto a hacer. Sold out. Lleno.
Con los ojos escondidos detrás de sus gafas de sol y con su sombrero, Cuti salió al escenario solo con su guitarra y comenzó interpretando tres canciones que aparecerán en su nuevo disco. Su discografía está repleta de alusiones sus referencias e influencias musicales o cinematográficas. Así, en la primera estrofa de la primera canción, La soledad del rey, ya nos dio una: Elvis Presley. Aunque incorporó la letra de “Always on my mind” que parecía cantada por Van Morrison en vez de por Elvis. Continuó con una balada inspirada en las composiciones de Roy Orbison o Charles Aznavour. Con la conmovedora “Mundos paralelos” se hizo en la sala un silencio sepulcral y rodaron las primeras lágrimas por el rostro de algunas personas del público.
Para romper esa atmósfera tan emotiva que había creado, Cuti continuó con su irónico manifiesto del loser,“We are the world, we are the losers”, que coreó un público que estuvo muy participativo todo el concierto y que cantó, dio palmas y rió del humor de las letras de canciones más animadas que siguieron a continuación, “Malcolm (en la parte de atrás)” y “Terminator 2”.
Antes de sentarse al piano, Cuti interpretó “Caminos separados” un poco más lento de lo normal, tomando más tiempo para cada nota, más intensa, más profunda. Más desnuda, solo acompañando la voz con la guitarra y los coros del público. Una gozada.
A Cuti le costó encontrarse bien en el escenario pero a raíz de sentarse en el piano empezó a sentirse más cómodo, se creció y surgió ese showman geninuamente divertido al que nos tiene acostumbrados. La voz tampoco le acompañó al principio, un poco afónico, fue calentándola hasta tener el registro de siempre, con esa potencia que parece que va sobrado para hacer y cantar lo que le pongan por delante. Recuperó una canción de hace veinte años, que él denominó “altamente vaginal”, y nos llevó por el país de las maravillas. Antes había tocado en el piano “Incondicional”, una canción sobre la amistad que hizo que alguien del público se quejara por haberle corrido el rímel por las lágrimas que había vertido, y “Terrible despertar”, una balada sobre un día de resaca autobiográfico.
Y fuimos afortunados porque con motivo de la polémica (y lamentable) actuación de los “coaches” del programa de televisión “La Voz” ante el desconocimiento de José María Guzmán, de su banda Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán y esa maravillosa canción que critica a los críticos musicales, “Señora azul”, a Cuti se le ocurrió ponerla en su repertorio y nos ofreció una increíble versión de la misma.
Pero no fueron las únicas versiones porque junto a Alejandro Castro sonaron “Let it be me” de Everly Brothers, “Don´t let me down” de The Beatles y “Bad Moon Rising” de Creedence Clearwater Revival. Y junto a Jorge McFly, “Bello abril” de Fito Páez. Cambiaron ritmos y estilos musicales. No hay nada más excitante que una versión con personalidad.
Con Martínez recordaron otras canciones de Cuti como “De Memphis a Buenos Aires”, dedicada a Mauricio Aznar, o “El rock ha muerto”. Presentaron “Lo que tenga que ser”, la primera canción que han compuesto juntos y que tiene todos los ingredientes para ser un auténtico hit.
Y de nuevo, Cuti lo hizo, nos puso la piel de gallina con otra de sus canciones. “Las aventuras del astronauta Teo” cuenta los 100 días que su hijo estuvo en la incubadora en el hospital después de nacer.
Finalizó en el piano, después de más de dos horas de concierto, cantando “La media vuelta” de José Alfredo Jiménez y con “La máquina de humo” en la que explica su periplo desde su infancia en Jaca hasta que se establece en Zaragoza.
Cuti nos regaló otra velada memorable con su actitud cercana, su sentido del humor y unas grandes melodías que te atrapan con una facilidad pasmosa. Una viñeta ecléctica de sus trabajos y experiencias de vida. Dicen que es “nuestro Fito Páez” o “nuestro Elvis” pero no, Cuti es un artista con propiedad, inmenso, con mayúsculas. Es “nuestro Cuti”.
Texto, Eva San Martín / Fotos, Luis Lorente