Hemos de estar siempre con las orejas pegadas al Norte pues en los últimos años un movimiento sísmico se está apropiando de la cultura musical y está pariendo grupos a un ritmo trepidante. Como comentaba hace relativamente poco, el rock nunca pasará de moda, sus iconos, su vestuario y la electricidad propia del género están tan asentados en la sociedad que ya puede venir Nathy Peluso o C. Tangana que les podemos dar esquinazo y refugiarnos en cualquier antro a rezar a San Elvis (Buitaker cómo te extrañamos).
Flores & Mcewen, surgen para dar bombo a la pentatónica y al cuatro por cuatro. Más clásicos que bluseros y acordándose en algún momento del hard-rock (que me aspen si el inicio de Hasta el final no suena a AC/DC). Voz cazallera, solos y riffs y una sección rítmica que hace lo que pretende, un colchón para voz y las guitarras de Emilio Bernard.
Inevitable acordarme de Alejandro Castro y sus Crisálida al escuchar canciones como Enamorada, El momento ha de llegar o Sé que sería para ti. También recuerdo a Señorita Pepis y a grupos nacionales como Buenas Noches Rose o 69 Revoluciones. ¡Rock, joder, rock! Y un poco de blues y de amores perdidos, de los que se ahogan en los retretes entre arcada y arcada, y al día siguiente a otra cosa mariposa. Canciones directas, sin artificios ni adornos excesivos para la verdad dictada por Simón Sampietro. Es momento de coger una Les Paul y atentar contra la tranquilidad de los vecinos. Hay que ir a por el momento y no esperarle en la cuneta.
Stabilito, D.
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