En este mundo moderno de alta velocidad y rueda quemada en ocasiones perdemos más tiempo en ejercer el trolleo profesional que en pararnos a respirar, a vivir, a escuchar. Por suerte las nuevas generaciones van sobradas de ilusión y de ganas, y ése y solamente ése debería de ser el espejo a reflejar. Una de las refracciones a tener en cuenta en este año que se agota es la de Elem, nombre bajo el que se oculta Laura Cebrián (de los Cebrián de toda la vida) y su proyecto personal y vía de escape, antídoto y coaching autónomo. Una presentación en toda regla. Elem ya puso patas arriba la cosa con sus versiones en Youtube, ahora lanza la piedra y no se esconde a la hora de mostrar seis canciones, que si bien no tienen un nexo sonoro parten del mismo principio, la vuelta de los valores.
Quejas suena más Rozalén que la albaceteña, y cuando creemos que vamos a escuchar la copia de la copia el compacto nos sorprende con el baladón Irreversible en el que somos capaces de olvidar a Monica Bellucci por el escozor que deja un violín marchito en una composición que huele a épica en cada suspiro. La versión cantautora de Elem Viene con Como el lobo a su manada, cuando el pop era fraseo y estribillo y perdíamos el culo sintonizando los 40 principales en las mañanas de Saturnalia. Hay espacio también para el manido ukelele (maldito seas George Harrison) con Mi Yo en el que la zaragozana se apodera de los acordes mayores escudándose en un bajo alegre, apoyado en la rabiosa juventud que desprenden los suspiros de Cebrián.
Personas vuelve a bajar el ritmo cardíaco, aferrándose en el piano acariciado por las yemas de una promesa, pero conforme avanza el corte se transforma en la canción más interesante del EP. Cretinus, esperemos que como homenaje, cierra la primera aventura de Elem y pone fin al atardecer en el que nuestros dedos dibujaban arabescos en la playa de Salou. No se pierdan en el presente y aúllen a la Luna aunque no la encuentren. Bowie mediante, nos vigila.
Stabilito, D.
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