Enciende tu equipo, tómate tu tiempo y desenfunda la perla negra que ya conoces con la satisfacción inmediata en el paladar pues la aguja ya está acariciando el negro vinilo. Cada surco se convierte en necesidad. La banda zaragozana es pirata y melómana y sabe de primera mano que el continente es casi tan importante como el contenido. Así pues deciden recopilar su último lustro en Bearded Vulture y de regalo dos cortes cuyo reflejo son el de un grupo en su plenitud, el de uno de los puntales de la escena alternativa aragonesa.
A estas alturas se nos acaban los adjetivos para reconocer las mayúsculas canciones que sembraron Decap, Agnes o el reciente Sentinel. Rock enérgico, de electricidad controlada y acoples estéticos para lucimiento de un power trío como los de antes. Sonido noventero y ruido, mucho ruido para la hambrienta alma. El orden de las canciones altera el producto y lo envuelve en el mejor de los precintos, con cuidado y alternanto los puñetazos como Bears con las patadas en la espinilla como el caso de Zoxter (aún duelen en la memoria).
Las manos firmes de Christian Barros en la grabación y de, one more time, Javier Roldón en el mastering, hacen que este Bearded Vulture se convierta, de inmediato, en uno de los must de un 2019 que nos deja con sed y hambre de más. Black Box, la otra novedad llama a la puerta de Ian Curtis, Morrisey o los Devot más macarras, Trent Reznor fumándose un canuto mientras denuncia a los New Order por ser demasiado cool. Nos congratulamos de tener a una de las bandas más interesantes a nivel nacional entre nuestros vecinos. No sean tarugos y pongan a punto sus estéreos. Y a vivir, ¡joder!
Stabilito, D.
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