Hablar de un grupo de punk´a´billy plantado delante de una pantalla de ordenador tiene tanto sentido como ver un concierto sentadito en las escasas salas (exclusivamente municipales en Aragón) que están animando su programación. No nos engañemos, no son brillantes luces al final del túnel: todo son malas noticias o malas perspectivas. Pero como tenemos estas grandes ansias de ir de conciertos, pues oye, se va. Que hay que estar con el bozal y llamar al camarero para que te traiga la cerveza, pues se hace. ¡Qué le vamos a hacer! Es lo que nos ha tocado vivir este último año, o como decía Prince, el signo de los tiempos.
Hace unas semanas tenía que ir a Madrid y tuve la potra de coincidir con el “nuevo inicio” de la gira de Los Drunken Cowboys. Como tantos otros lanzamientos, el de su cuarto CD dedicado a Baco y demás Dioses Etílicos, coincidió con el fatídico mes de marzo del pasado año, cuando todas nuestras vidas hicieron un stop. El concierto del 28 de marzo en Las Armas, que daba comienzo a su gira “Resacas Anticipadas”, fue suspendido “sine die” como todos los del año, pero como a estos lobos de las montañas no les falta el coraje (ni el humor) pelean a dentelladas por presentar su disco y volver a demostrar que –aunque sea en concursos de jóvenes talentos (los nuevos integrantes han inyectado sangre fresca y joven a los históricos hermanos Rubio), conciertos en streaming o en salas de aforo limitadísimo- Los Drunken Cowboys son un gran grupo de directo.
Y así lo demostraron en la Rockville de Madrid, ante un pequeño Sold Out de los de ahora, con aforo limitado y medidas de seguridad, con sus seguidores madrileños (y un servidor) cómodamente sentaditos viendo a un grupo hecho para festivales y fiestas multitudinarias… Pero ahí se ve también la valía de una banda, cuando convence por igual ante cientos de personas en un colapso jolgorioso que ante una audiencia aparentemente fría y encorsetada por las circunstancias.
Los Drunken defendieron con su habitual energía y profesionalidad su nueva apuesta para este año, la gira “Hamacas para todos” con la que quieren demostrar que aunque su audiencia no pueda bailar, ellos no van a dar ni un paso atrás en su propósito de acompañarnos a todos hasta su etílico infierno. 20 canciones propias desgranadas a toda velocidad, con algunos de sus cásicos (la metalera “No mires atrás” con la que comenzaron, la preciosa “A la hora de la verdad”, uno de sus escasos medios tiempos, que grabaron junto Aurora Beltrán en su primer disco, “Abre el bar”, “Bronco Billy”, “Perro Rabioso”, “Big Mama” o “Chicken Fuckers”), lo más destacable de su último CD como “Queen of the road”, “No sin mi John Deere”, “Empirismo Sajón”, que habría sido la canción del verano 2020 -esperamos que lo sea de este- o mi favorita “Los Ojos del Cuervo” y ese temazo dedicado a todos los camareros de Aragón llamado “Gracias amigos, gracias” que debería sonar durante las campanadas y en cualquier fiesta que se tercie, además de algunas versiones como el “King George” de las Dover o el clásico del country rock “Devil Went down to Georgia” de The Charlie Daniels Band.
Humor, energía, inteligencia, destreza técnica, actitud, carisma… ¿Sigo?
Brindemos con los Drunken y sus Dioses etílicos porque pronto volvamos a bailar pogo, a ver a los grupos de pie apoyando en la barra nuestro litro y porque puedan abrir pronto nuestras salas de conciertos.