Entrevistamos a la joven andorrana Layla Añil que cambió la flauta travesera por voz y guitarra y a la que la música le viene de familia.
Ha cambiado su flauta travesera por las cuerdas vocales y la guitarra. Recién rebasados los 20 años y con el cuartel general en la localidad turolense de Andorra, Layla Añil acaba de firmar ‘A mi alrededor’, su disco de debut.
Se atrevió a lanzar una campaña de crowdfunding y consiguió algo que no esperaba, 2.900 euros en solo cinco días. Escuchamos el disco bajo estos párrafos y hablamos sobre él, aunque también de la efervescencia musical de la localidad que la vio nacer así como de su familia de músicos.
Has sacado adelante tu primer álbum ‘A mi alrededor’ gracias a una campaña de mecenazgo. No sé si cuando se te ocurrió esa fórmula esperabas tanto apoyo.
Lo primero ¡gracias por darme voz, Sergio! En cuanto a la campaña de crowdfunding, realmente se me ocurrió sobre la marcha. Tras haber grabado simplemente por amor al arte dos temas en el estudio La Banana, que regenta Franky en el barrio zaragozano de El Gancho, me di cuenta de que quería grabar muchos más.
No disponía de los medios suficientes para poder grabarme el disco completo, de hecho, ni siquiera sabía con cuántos temas iba a contar. Sólo sabía que tenía muchas canciones compuestas y que quería darles una oportunidad. Conocía el micro-mecenazgo por otros temas, ya que he trabajado en el mundo de los proyectos sociales, pero no estaba segura de que funcionara a nivel de proyecto individual.
Al final me lancé, no tenía nada que perder, pero no esperaba tanto apoyo y de hecho, tenía preparada una campaña de difusión para cerca de un mes, pensando que sería cosa de uno, dos o incluso más meses conseguir el dinero que necesitaba. La verdad que no se si fue el factor sorpresa para la gente que me conoce, la suerte de tener tanta gente maravillosa a mi alrededor o que se me alinearon los astros. Pero funcionó rápidamente y en cuestión de 4 o 5 días había conseguido e incluso superado mi objetivo. Estoy agradecidísima, Sergio, no puedo explicar cuánto.
Valiente por aquello de que es un disco grabado y editado en 2020, el fatídico año. Supongo que cuando uno tiene la sensación de que debe hacer algo, lo debe perseguir aunque parezca que todo va en contra ¿Había que sacarlo y punto?
Sí, había que sacarlo. No quería dejarlo para otro momento y además el confinamiento me dio todo el tiempo que antes me faltaba para dedicarme en profundidad a ello y terminar de hacer los últimos retoques. Realmente nunca me importó ni sacarlo en 2020 ni siquiera en plena campaña navideña. El objetivo no era triunfar de repente ni competir con nadie, ni lo es ahora, era poder mostrar mi trabajo a la gente y darles a los mecenas su recompensa por el apoyo. Así que pensé que cualquier momento era bueno para eso.
“Mi madre ha sido cantautora muchos años. Su voz es especial. No la he heredado, pero sí su gusto por la música”.
Hay versión física del disco ¿Era importante que hubiese formato palpable del trabajo? ¿Para alguien de 21 años?
Sí la hay, aunque prácticamente a punto de agotarse. Hice una tirada muy pequeñita porque mi intención era simplemente cubrir la recompensa de los mecenas y tener algo de stock para posibles bolos y gente allegada que quería comprar el disco. Pero he de reconocer que ha habido demanda. El cedé físico es precioso gracias al trabajo de ilustración de Marta Lanuza, ilustradora de Mempathie Designs en Barcelona, que a su vez es una de mis amigas de siempre, también andorrana. Desde el principio tuvimos claro que queríamos que el disco físico fuera una extensión de la música, algo inseparable, que acompañara y envolviera el álbum y añadiera la parte visual que a la música le falta.
¿Cómo has grabado el disco?
Javier Custardoy ‘Franky’ está detrás de la grabación, mezcla, producción y máster del trabajo. La idea desde el principio fue mantener lo orgánico de las canciones, es decir, la realidad de mi guitarra y voz como base constante, y jugar en la producción a completar el tema tal como en mi cabeza y en la de Franky sonaría si yo tuviera una banda. Bendita tecnología. Además, en canciones concretas participan también Alex Blues, mi guitarrista favorito, que será quien gire conmigo si se da la oportunidad; Chuan Pablo, con algunas pequeñas ‘percus’ y coros; José María Otín, al cajón flamenco en algún tema; y Rolando Baños, también a la eléctrica. Y mi maravillosa mamá, Olga Estrada, que me regaló su voz en ‘El Arlequín’. En total ha sido prácticamente un año de trabajo. Solo grabábamos los viernes, por motivos de curro, y a eso hay que añadirle la pandemia y el parón que trajo consigo.
¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de entrar por vez primera a un estudio?
Lo mejor, sin duda, la sensación de libertad a la hora de crear. Los recursos se multiplican y al ser consciente de ello tus pensamientos son mucho más creativos a la hora de pensar en canciones, no son tan limitados porque sabes que las cosas se pueden hacer aunque no dispongas de un grupo de músicos profesionales. También el proceso en sí, los aprendizajes, la diversión que incluye… Lo peor es que una vez lo pruebas es difícil parar. Si te gusta componer y te gusta hacer canciones como a mí, y estar rodeada de gente que le guste la música, hablar de música y demás, es imposible plantearse parar.
Hay que decir que has grabado en plena pandemia ¿Ha resultado difícil el proceso?
Bueno, el proceso en sí no se ha visto afectado; es decir, las canciones se han grabado y producido igual con pandemia que sin ella. Más bien lo que ha resultado difícil ha sido por un lado el parón que tuvimos que hacer durante un tiempo (porque te desilusionas, piensas que no vas a acabar nunca), y también el hecho de estar constantemente preocupados en el estudio con el tema de las mascarillas, si seremos multitud de personas… Pero creo que también ha sido un punto fuerte que haya coincidido. Porque al parar el mundo, el consumo, el ajetreo social etc., la creatividad y el tiempo para estar con los propios proyectos, al menos en mi caso, salen ganando.
“En Andorra ahora hay bastantes bandas activas y en movimiento. Desde los Deluxe, Sergio Medina también con Ocelot, hasta Malas Pulgas, Ruido, Última Sentencia, Venusteca y El Kanario, por nombrar algunas”.
Ha sido tu primera vez en un estudio de grabación pero también la primera grabación de un videoclip ¿Con quién y cómo fue esa aventura de poner imagen a ‘Trafalgar’?
Pues realmente fue una decisión que tomé casi de un día para otro, a un mes de lanzar el disco. Sabía que hoy en día la gente consume audiovisual, y que presentar mi música sin este soporte era condenarla a tener la mitad de oportunidades. Así que busqué a mi alrededor, como siempre, los recursos. Ahí aparecen Ánchel Pablo, director del clip y guionista, que ideó todo en poquísimos días. Alberto Monreal, director de arte, y por supuesto el gran Raúl Ansón, a la cámara etc. Y siempre, en todas y cada una de mis aventuras tengo que nombrar a Chuan Pablo. Su figura es rara, porque no tiene una tarea concreta, sino que se encarga de que todo funcione. Él ha estado en cada sesión de grabación y producción, en cada decisión sobre el formato físico, en cada decisión musical y compositiva… El día del videoclip Chuan estaba por todas partes: coordinando a la gente, preparando la comida para el equipo, asegurando que no faltara nada, que recogiéramos y dejáramos los espacios como es debido, que tuviéramos claros los horarios de rodaje, que no perdiéramos el tiempo, y hasta que mi pelo y mi maquillaje estuvieran en su sitio. Hacía fotos del proceso. En fin. Gracias amigo. Creo que todas las bandas tienen un Chuan.
Háblanos de la efervescencia cultural de Andorra. A mí me viene a la cabeza de primeras el grupo A Colla y también Discoteca Galaxia, donde he visto algunos conciertos del desaparecido Easy Pop Weekend.
Sí, efectivamente en Andorra siempre ha habido gusto por la música y bandas en funcionamiento. Yo diría que hemos tenido de todo. Desde la jota hasta el rock, el pop, el rap, la canción de autor y el punk. Tenemos incluso electrolatino y DJs. Esperemos que este fastidioso virus no se cargue esa bonita costumbre. De todos modos, si hablamos de efervescencia musical, en Andorra ahora hay bastantes bandas activas y en movimiento. Desde los Deluxe, Sergio Medina también con Ocelot, hasta Malas Pulgas, Ruido, Última Sentencia, Venusteca y El Kanario, por nombrar algunas.
Decir y agradecer a la asociación Deluxe, por su proyecto de gestión de los locales de ensayo del Pozo de San Juan para las bandas andorranas. Hace muy poco que he decidido utilizar las instalaciones que tienen, y me ha parecido simplemente una iniciativa brutal que probablemente esté colaborando como ninguna otra a que esto no se pierda: tenemos local a precio muy asequible, equipado, con socios que se preocupan del buen estado de las cosas, las reparaciones que hagan falta, la organización y los horarios de ensayo. Algo que en la cuidad se torna menos asequible y mucho menos cercano. Gracias.
¿Tener tu cuartel general en Andorra qué puntos fuertes y puntos débiles encuentras que tiene?
(Risas) Pues mira, la decisión de tener allí el local de ensayo fue básicamente porque Álex (el guitarra) y yo, vivimos en Teruel y Zaragoza respectivamente. Ambos estudiamos ahora mismo, así que nuestro único momento de ensayo serían los findes, y nuestro lugar en común Andorra, que por otro lado como he comentado antes, tiene los recursos necesarios para poder hacerlo fácil. Además, me vendrá de perlas ir con más frecuencia allí. Me sirve para desconectar, salir de la pesadez de la ciudad. Allí los días cunden doble. Espero que abran pronto las fronteras.
Por cierto, en realidad te llamas Belén Cucalón.
Mi nombre real no me gustaba como nombre artístico. Y sin embargo, me gustaba más el nombre de mi guitarra acústica, Layla (les pongo nombres a mis instrumentos, por poner en contexto). Layla significa “la belleza de la noche” y es un nombre que hace honor a una canción preciosa que se llama igual. Yo compongo mejor por las noches. Añil vino más tarde, de hecho vino incluso después de tener el formato físico del cedé ya en mis manos, en el cedé sólo pone Layla. Fue por cuestiones de posicionamiento y blablablá, que siempre acaban interponiéndose. Escogí como apellido el adjetivo que poéticamente suelo unir a la noche. Para mí la noche es añil, no negra. Además, ya que las redes me habían obligado a ponerme un apellido para que la gente pueda encontrarme dentro de este universo, cuando me dijeron que la eñe de Añil era conflictiva, pensé que era todavía más perfecta. Así, el que quiera buscarme me encuentra, pero rompo el patrón ‘marketiniano’ de no utilizar esta letrica tan preciosa propia del castellano y de paso me vengo un poquito de estas imposiciones del mundo virtual que tanta rabia me dan.
“No quería dejarlo para otro momento y además el confinamiento me dio todo el tiempo que antes me faltaba para dedicarme en profundidad a ello y terminar de hacer los últimos retoques”.
Lo tuyo te viene de familia ¿no? Cuéntanos, por favor.
Sí. Siempre he tenido un contexto familiar musical. En casa las celebraciones siempre han sido guitarra en mano y canción popular. Mamá y papá a las guitarras. Mis hermanas y yo desde pequeñas fuimos a la escuela de música del pueblo, que no al conservatorio, y la casa siempre era un jolgorio de clarinete desafinado por Clara, de piano aporreado por Laura y de flauta travesera chirriante por mí. Pido perdón a mis vecinos. Además, mi madre ha sido cantautora muchos años. Su voz es especial. No la he heredado, pero sí su gusto por la música.
Sin embargo esta afición viene de mucho más lejos. El padre de mi abuela, Julio Clavería, ya era amante de la música. Lo fusilaron por ser del Casino Republicano. Tocaba las cuerdas. También mi abuelo ha estado siempre dale que te pego a la rondalla. Laúd para arriba y guitarra para abajo. A sus 92 años y con ayuda de sus buenos amigos, transcribió a lenguaje musical la partitura de ‘A mi alrededor’ que yo entregaría después en SGAE. Por otro lado estaba mi abuelo Andrés Cucalón, del que me sigo acordando mucho porque además le habría encantado tener una nieta con disco. Abonado a la ópera de Bilbao él siempre estaba en su sillón escuchando plácidamente sus óperas favoritas. Era de música clásica. Nos trasmitió su pasión por este arte, y por el de pensar por nosotros mismos. Abrazo allá donde estés, yayo.
“Siempre he tenido un contexto familiar musical. En casa las celebraciones siempre han sido guitarra en mano y canción popular”.
Oye ¿además de la voz y la guitarra, tocas la flauta travesera? ¿Fue anterior, incluso, que la guitarra?
Sí, fue el primer instrumento que toqué diría yo. En la escuela de música de Andorra, hacías unos años de algo muy muy guay que se llamaba Música y Movimiento, mi extraescolar favorita, y luego te proponían escoger instrumento. Si soy realmente sincera, únicamente escogí la flauta travesera por un motivo: quería que mi profesora de música y movimiento siguiera siendo mi profesora de instrumento. Ana tocaba y daba flauta por aquel entonces. Yo quería seguir aprendiendo música con Ana. La guitarra vino más tarde, ya en la adolescencia. Pero enseguida supe que era mi instrumento, debe ser que en mi familia somos de esa cuerda (risas). Creo que es porque la guitarra es un instrumento muy agradecido para los que nos gusta cantar, corear, bajar al parque con los colegas y hacer música en la calle.
Por último ¿para cuándo una presentación en directo del disco? (o varias, vaya).
Pues espero que en este 2021 se dé la posibilidad. Estoy trabajando en ello con Álex. Crucemos los dedos.
Más info: Layla Añil
Sergio Falces
[email protected]