Negaré tres veces que he escrito esta crónica, si hace falta mataré al gallo para que evite que despertemos, pues está de moda el querer no ver las cosas que no pasan. Y entre ponte bien y estate quieto nos encontramos frente a frente con el que en una realidad alternativa sería el día álgido de la programación. La noche en la que confluyen los astros locales con los nacionales y los cachirulos se mezclan con el olor a fritanga, pero todos nos saciamos, cada loco con su tema y el vecino en la orilla del Huerva. Alternativas, todas, Triángulo de Amor Bizarro, Calavera o el retorno de Míster Hyde pero pudo la amnesia. Y con ello me refiero a que el último pabellón que pisé para ver un concierto fue el Wizink de Madrid con los mismos protagonistas en diferentes, muy diferentes condiciones.
Con un pabellón con más de tres cuartos de entrada salieron los de Tres Cantos a defender su profesión a capa y espada porque, y según las palabras de Pucho, lo que amamos es lo que hay que proteger, y de la música, pese a muchos, hay gente que sigue viviendo. Comenzaron con un amago de Los días raros, canción mayúscula de la historia de la nueva vieja ola del indie español. El sonido de Vetusta Morla coge de un lado y de otro pero tiene presente siempre su propio universo y, sinceramente, es de goce popular el bucear entre la discografía de Radiohead, Bon Iver o los primeros Coldplay-, porque, no lo vamos a negar a estas alturas, hay mucho de eso pero también un plus. Ese sumatorio que hace que canciones como Consejo de Sabios, Copenaghe o Maldita Dulzura se hayan tatuado en la conciencia popular con apenas trece años de vida la más longeva. El público lo sabe, lo siente, y entra en comunión con el grupo.
Suena electricidad en Fuego o Boca en la Tierra y de repente surge la explosión del estribillo pop de La Vieja Escuela, y Bowie presente aún en esta distopía que nos ha tocado mamar. Las novedades de Finisterre, La Virgen de la Humanidad y Reina de las Trincheras anuncian un acercamiento a la música de raíz hispana, porque todos amamos a los Hermanos Cubero y nuestra diosa no es Rosalía, es María Arnal que está más a mano. Con Pucho metido en su personaje el concierto alcanzó su clímax con Mapas, Sálvese quien pueda, Valiente y Saharabbey Road en las que el verdadero espectáculo era ver a la gente levantarse, totalmente poseída por la electricidad y la seguridad del pabellón yendo y viniendo intentando controlar lo inevitable. No seré yo el primero que tire la piedra.
La Deriva, Cuarteles de Invierno, y ahora sí, Los Días Raros, dieron por finalizado el paso de Vetusta Morla por Zaragoza, con un hasta luego que se intuye bastante cercano. Nosotros agradecidos una vez más porque la luz cada vez está más cerca. Aguanten.
Stabilito, D. / Fotos, Ángel Burbano
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