Es David Albalá un tipo que siempre mima sus creaciones; desde su época de bajista de bandas como Wasabi, L4 Red o Hashima hasta su nueva piel electrónica: The biomechanical toy. Y no sorprende ya que el gusto de Albalá es dilatado pero siempre acertado. Un proyecto que dio sus primeros pasos en casette (The First, 2020) y se consolida en vinilo con este álbum homónimo lleno de beats y drops. Las imágenes se van mezclando en la paleta de colores cálidos con Cobi y Curro buscando jaco en la Villa Olímpica. Nueve cortes en los que aparecen los dos temas de The First en una nueva remezcla para homogeneizar el producto.
La mano de Albalá se mueve al ritmo que pide la corteza prefrontal, la banda sonora que filma el VHS de turno con sus subidas, sus bajadas y sus codas a negras. Se rodea de secuaces habituales (en este caso de Jorge García, uno de los personajes más interesantes de la escena) en la sucinta Bite One y es en piezas como ésta en las que el concepto de disco adquiere sentido. Aires de resaca festiva y castañuela en la Barcelona posterior al pebetero. Y el oyente bucea en el chill que ofrece Fruits & flowers y entiende que esa base siempre estuvo ahí, en los ascensores, en las salas de espera, en los afters y en aquel portal donde fornicar era más importante que el concepto de la higiene.
Y siempre nos seducirán The Chemical Brothers, Fatboy Slim o Dj Shadow y entenderemos que Thom Yorke es mejor que Moby aunque éste último no esté tan mal. Y sabremos apreciar el valor de la música hecha desde dentro sin la tontería de lo de fuera. The biomechanical toy ha venido para mostrarnos el camino, salgamos de los arbustos y paralicemos el mundo.
Stabilito, D.
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