Continúa Nacho Vegas fiel a su oficio de cancionista, sin reblar ante nada ni nadie, editando discos y EPs de manera constante. Este mismo 2022 ha parido “Mundos inmóviles derrumbándose” y es la obvia respuesta en formato disco a la pandemia desoladora que el mundo entero ha vivido durante los dos últimos años. Y como es habitual ha pergeñado una multitudinaria gira a ambos lados del atlántico en la que por primera vez se acompaña de una nueva banda de músicos, prescindiendo de los que fueron sus compañeros habituales durante tantos años: los miembros de León Benavente. Con esta nueva alineación de instrumentistas subió ayer a las tablas de la centenaria sala Oasis zaragozana, ese cabaret maravilloso que resiste en pleno barrio de El Gancho, lugar inmejorable para la música turbia, arrabalera, sombría y ajada de Nacho Vegas. Con aproximadamente la mitad de la sala llena, la respuesta del público se hizo esperar y el show comenzó algo frío tanto arriba como abajo del escenario, y es que es sabido que al artista asturiano le cuesta entrar en calor en los conciertos. Esto sucedió cuando comenzó a adentrarse en canciones más conocidas de su repertorio, como “Que te vaya bien Miss Carrusel” o la insólita “Hablando de Marlén”, una auténtica gema que ha recuperado para esta gira. También “Ciudad vampira” de su muy laureado disco “Resituación” de 2014 se celebró por todo lo alto e hizo entrar en canción -nunca mejor dicho- a los fans de Vegas en esa celebración pagana que suponen todos sus conciertos. Fue quizá “El don de la ternura” la que más gustó de todas las que ejecutó de su nuevo y más reciente disco, del que también sorprendió en gran medida la explícita “Ramon In”. Con la parroquia totalmente entregada, cantando ya a pleno pulmón todas las letras del reverendo como si de un salmo se tratara, el artista se creció y se atrevió con pesos pesados de su discografía como “La gran broma final” o “El ángel simón”, aunque fue sin duda con “La pena o la nada” -del disco que grabó junto a Enrique Bunbury- con la que más conectó con un público que sabe muy bien a lo que va cuando acude a un concierto de Vegas, a ver a un cantautor que se ha ganado palabra por palabra a una audiencia ávida de una poesía inclasificable y una forma de transmitir absolutamente única. Con “El hombre que casi conoció a Michi Panero”, una canción mayúscula y con una popularidad totalmente merecida, se despidió entre cánticos y loas un artista al que se le venera por lo que dice, piensa y comunica.
Texto: Alejandro Elías. Fotos, Ángel Burbano