ZARAPOLIS - Colores

GRABACIONES: Zarápolis – Colores (Autoeditado 2022). Por Stabilito, D.

Llevamos unos cuantos años viviendo en el blanco y negro de una fotografía de Robert Kappa. Las almas buscan el refugio de la oscuridad y los ojos se han ido acostumbrando al gris del día a día, del noticiario atormentado y de la crisis psicológica que bombardea la actualidad. Con la rebeldía que le caracteriza, Zarápolis consigue dar un paso atrás para saltar a la luz con el prisma de mil colores y un ep con cuatro cortes tan heterogéneos que la única manera de darles el acomodo de la conceptualización es la del trabajo de una banda un objetivo sonoro claro.

Nueva estupidez mundial inicia la nueva senda del grupo, con la guitarra de Alberto Guallar imaginando riffs de la ola británica, allá donde Pete Townshend dibuja aspas de  molinos. El ataque a las noticias, hace que los versos de Luis Zarápolis salgan ilesos del envite. La base rítmica de Iván Vera y Paco García lleva la canción del pop al rock americano sin caer en los pasos clásicos.

Verso en movimiento suena a jazz, a soul y a funk a la vez sin ser ningún estilo. El ritmo ochentero se mezcla con la trompeta fronteriza de Javier Iñigo y el hammond de Ricardo Igea mientras el dúo de voces, con una deliciosa Clara Téllez dando la respuesta, se entrelazan como en un polvo bajo sábanas de satén. Es una canción sobresaliente que alcanza su clímax en uno de esos estribillos que se tatúan en el córtex.

Volvemos a la Zaragoza de los ochenta con Noviembre, el tema más intimista de la grabación en la que la guitarra claustrofóbica baila con la melodía vocal y se sumerge en la paleta de colores pálidos recordando que fuimos mejores cuando bailábamos sin mirar el reloj. La viola de Rubén Díaz, el teclado de Cristian Baquero y la voz de Sara Lapiedra dan al corte la sensación de drama que requiere. La nana Mi dulce chiquitín cierra el nuevo episodio de Zarápolis. La canción se parte cuando entra en juego la base rítmica y alcanza un nuevo nivel con el estribillo arrastrado en el que no hay espacio para el desborde vocal al que estábamos acostumbrados. Nos quedamos con la sensación de que vienen nuevos sonidos en una banda-colectivo que promete seguir en pie mientras las cenizas nos encogen los esqueletos.

Stabilito, D.
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